Horror en el Supermercado
Con el título no me refiero a las
cajeras y cajeros del Día (bastante
tienen con lo suyo y su, de sobra conocidos por todos, buen humor y amabilidad), sino a la sensación
que tuve el otro día al hacer la compra. ¡Me habían cambiado por completo la distribución de todos los productos en el Supermercado.
Yo que siempre hago el mismo recorrido (da igual lo que necesite) para
que no se me olvide lo que debo comprar.
Ya nada era lo mismo. Mi vida no tenía sentido. Me sentía más perdido
que “Charton Jeston” al final de El Planeta de los Simios. ¿Dónde están los “yugures”? ¿”Ande” andan los
embutidos!
Pensaréis que estoy exagerando, y
lleváis razón, pero hay que darle un poco de emoción a la cosa. Estaban
remodelando el centro al que suelo ir a comprar. Permitidme que obvie el nombre
del supermercado para no hacerles publicidad gratis, pero es un sitio que cada
vez que lo decimos, los gabachos se
descojonan por nuestra pronunciación. Amigos franceses, el nombre se lo habéis
puesto nada más que para joder a los españoles. No sabéis pronunciar la erre y
¡Toma le metéis tres al nombre del establecimiento en cuestión! Tratad de decir Parra tenía una perra. Guerra tenía
una parra. La perra de Parra subió... ya verás que risas nos echamos
nosotros.
¿Os acordáis de cuando el único Súper
que existía era el de Mortadelo y Filemón? Ese señor con bigote, primo de
Vicente del Bosque, que en casi todas las historietas terminaba corriendo
detrás de ellos, mientras Mortadelo decía “Calle y corra jefe”. Por cierto, trabajando juntos durante tantos
años y aún se siguen tratando de usted.
A lo que iba, que antes no había
supermercados. Había tiendas en las que
encontrabas casi de todo. ¿Necesitabas una lata de tomate frito? ¿Se acabó el
Mimosín? Pues ahí estaba Angelines (la dueña de la tienda de debajo de casa).
Era como los chinos de ahora pero con más maquillaje y a ella se la entendía
cuando hablaba. Eso sí, no abría a todas
horas, ni tenía esas cosas tan útiles como banderas de España con el toro,
disfraces de princesa, pipas con sal, pipas sin sal, sal sin pipas (vamos,
cosas imprescindibles para el día a día).
En aquellas tiendas de ultramarinos
(¡Qué nombre tan bonito a la par que embustero! Ya me dirás que tiene una lata de espárragos de Tudela o aceitunas de
Campo Real de ultramar. Si estuviéramos hablando de sardinas, todavía…) podías
comprar de casi todo, menos pan, leche, el periódico, carne… (vamos que no
comprabas más que tontás para picar).
Primero llegaron los holandeses
con sus Spar (lo he tenido que mirar en la Wikipedia porque creía que eran
alemanes y ya iba a echarle la culpa a la Merkel), en el que había casi de todo
y no tenías que ir de tienda en tienda para hacer la compra. Allí ya se podían comprar más cosas que en
las tiendas de Ultramarinos. No voy a entrar si era más o menos romántico ir al
mercado y pasar por 200 sitios y comprar los ingredientes para hacer una fabada
(como si supiera hacer tal cosa). Comprabas el tocino en la charcutería, la
verdura en la verdulería, el chorizo en la choricería y las fabes (¿Dónde
cojones se compraban las fabes?). Ahora vas a cualquier tienda, compras una
lata de Litoral y en 5 minutos tienes una fabada…. mucho peor que la que hace
una madre, pero es lo que hay. Aunque la
abuela del anuncio diga que es natural.
Después llegaron los franceses
con sus “Carrefoures” (ya se me ha
escapado el nombre), y sus Alcampos, y nosotros, un poco más tarde con el
Mercadona, El Corte Inglés, Eroski y otros (como no me va a pagar ninguno,
espero que no se cabreen el resto, y además, seguro que los nombraría mal
porque no me apetece seguir mirando en la Wiki). El que más gracia me hace es el Ahorramás, al
que mi tío, siempre llama Pagamenos (como véis la tontería es cosa de
familia). No os pongáis muy pijos con el
orden en que llegaron los supermercados, es como yo lo recuerdo en mi barrio, y
seguramente en otros sitios fue distinto. Y por último los chinos, que no han inventado
nada más que la pólvora y lo hicieron para hacer fuegos artificiales (tan
románticos ellos), que nos han traído de nuevo los ultramarinos de toda la vida,
pero en los que venden hasta a la señora del anuncio de la Fabada Litoral.
En todos los supermercados, hay
un orden, el que ellos quieran, pero un orden. Hay gente “mu lista” que estudia
como colocar los productos para que se compren más unas cosas que otras, pero
en mi Carrefour me han jodido y ya no encuentro nada (debía ser que los
primeros que colocaron las cosas no eran muy listos o han cambiado de opinión los
listos que ordenaban los productos). Os
prometo que di más vueltas que un político explicando la subida de
impuestos Eso sí, la Coca Cola en el
mismo sitio de siempre (producto de primera necesidad). Los yogures ya no saben
dónde colocarlos desde que el ministro Arias Cañete dice que nos los podemos
comer cuando a él le salga de los huevos.
Ayer volví de nuevo al mismo
supermercado; no aprenderé nunca, y
seguí el nuevo orden para hacer la compra. Y… me vuelven a faltar cosas y por
más que pregunté a los amables cajeros (por los cojones), me volví triste y
compungido a mi chino de confianza (ninguno) para encontrar lo que me faltaba.
Como decía Trillo “¡Manda huevos!”, que por cierto, los chinos los tienen más
baratos (y no valen bromas con el tamaño).
Perdón por el retraso. Ando algo liada.
ResponderEliminarYo tuve la misma experiencia con el nuevo Caggggefougg. Se me apareció como un comercio con trastorno bipolar. Tan pronto ordenado como siempre (bebidas, aceites...) como enloquecido con novedades de... ¿shushi? (¿como demonios se escribe atún a lo crudo?), ensaladas casi de flores y tumbonas cutres para playa "abarrotá". ¡Menos mal que, cerca de los libros, encontré un asiento para descansar un poco de tamaño desaguisado. Pero te aseguro que esa noche soñé con los cambios. ¡Se me aparecían las morcillas de Burgos que no había logrado encontrar!
Besotes,
Isabel Blas
Eso sí que es una pesadilla:-)
EliminarGracias por ser tan fiel al blogs.
Besos