Déjame a mí que soy un manitas

Los que me conocéis sabéis que el bricolaje no tiene misterios para mí. Ríete de McGyver y del barbas de Bricomanía. Con un cortaúñas y el palo de una piruleta te hago el túnel de la M30 y me sobran materiales para una piscina para los próximos Juegos Olímpicos de Madrid 3050, o cuando toquen. Entre mis grandes éxitos, os podría mencionar el montaje de esa mesa de IKEA a la que sólo hay que poner las 4 patas. Soy capaz de montarla, mal, 20 veces y girar la rosca en sentido contrario otras 30 veces. A una media de 5 por pata. Estoy hablando de esta obra de arte. Parece fácil, pero es una de las pruebas que te hacen para entrar en la NASA. Obviamente, no he entrado en la NASA… todavía. Otra de mis gestas es el de atornillar un mueble al suelo. De ahí ya no se mueve. O poner uno de esos topes de las puertas en el lugar equivocado… Eso sí, la puerta ya no da golpe en la pared… Ni se abre, ni se cierra… En mi defensa tengo que decir que los artistas somos así. No estamos