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Mostrando entradas de enero, 2014

Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Mis memorias

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Como si os estuviera oyendo: “Lo que faltaba. No me he leído memorias de gente que ha hecho cosas importantes en el mundo, y me voy a poner con las de este indocumentao . Pues no hay cosas mejor que hacer”. Y tendréis razón.   Si os dan a elegir entre mis memorias y las de una chica que ha hecho… que tiene… que es… que trabajó en… ¿Qué cojones ha hecho Belén Esteban aparte de tener una hija con un torero? Yo también leería antes su libro (y es que mi vida ya me la sé, y tampoco es un frenesí, ni una ilusión, ni una sombra, una ficción… ¡Pero que bien plagio homenajeo a Calderón!). Para escribir memorias, incluso más importante que tener algo interesante que contar, es eso, tener memoria. Y yo voy peor que un político el año siguiente de las elecciones generales. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí! Que no voy a escribir un libro contando mi vida. Pero sí os quería contar algunas cosas sobre las diferentes memorias (aquí no empecéis con la ROM o la RAM… no

En el nombre del Padre…

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Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas?  A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de

Hospitales hospitalarios

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¿Los hospitales son hospitalarios? Yo creo que no. No me resultan lugares demasiado agradables y acogedores, ni siquiera para los enfermos. Si te dieran a elegir un lugar al que ir, voluntariamente, no creo que estuviera en los primeros puestos de la guía “Loli” Planet.  Por motivos ajenos a mi voluntad, estas Navidades he pasado más tiempo del que me hubiera gustado en el hospital. Realmente no querría haber pasado ni 5 minutos, pero es que mi suegro, que también estaba en el hospital por motivos ajenos a su voluntad, nos había dado un pequeño susto. Como seguro que alguien pregunta, os diré que ya está en casa dando guerra (en la suya. Me refiero en su casa, no en su guerra). ¡Gracias por preguntar! Para que luego se lleven la fama las suegras. (Mejor voy a acabar este párrafo, antes de que diga algo que pueda utilizarse en mi contra. Un beso a mi suegro que me estará escuchando). Como no hay bien que venga por mal sitio…Quiero decir que No hay quién no venga haciend