Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Horror en el Supermercado

Con el título no me refiero a las cajeras y cajeros del Día (bastante tienen con lo suyo y su, de sobra conocidos por todos, buen humor y amabilidad), sino a la sensación que tuve el otro día al hacer la compra. ¡Me habían cambiado por completo la distribución de todos los productos en el Supermercado.  Yo que siempre hago el mismo recorrido (da igual lo que necesite) para que no se me olvide lo que debo comprar.  Ya nada era lo mismo. Mi vida no tenía sentido. Me sentía más perdido que “Charton Jeston” al final de El Planeta de los Simios.  ¿Dónde están los “yugures”? ¿”Ande” andan los embutidos!


Pensaréis que estoy exagerando, y lleváis razón, pero hay que darle un poco de emoción a la cosa. Estaban remodelando el centro al que suelo ir a comprar. Permitidme que obvie el nombre del supermercado para no hacerles publicidad gratis, pero es un sitio que cada vez que lo decimos, los gabachos se descojonan por nuestra pronunciación. Amigos franceses, el nombre se lo habéis puesto nada más que para joder a los españoles. No sabéis pronunciar la erre y ¡Toma le metéis tres al nombre del establecimiento en cuestión! Tratad de decir Parra tenía una perra. Guerra tenía una parra. La perra de Parra subió... ya verás que risas nos echamos nosotros.

¿Os acordáis de cuando el único Súper que existía era el de Mortadelo y Filemón? Ese señor con bigote, primo de Vicente del Bosque, que en casi todas las historietas terminaba corriendo detrás de ellos, mientras Mortadelo decía “Calle y corra jefe”. Por cierto, trabajando juntos durante tantos años y aún se siguen tratando de usted.


A lo que iba, que antes no había supermercados.  Había tiendas en las que encontrabas casi de todo. ¿Necesitabas una lata de tomate frito? ¿Se acabó el Mimosín? Pues ahí estaba Angelines (la dueña de la tienda de debajo de casa). Era como los chinos de ahora pero con más maquillaje y a ella se la entendía cuando hablaba. Eso sí, no abría a todas horas, ni tenía esas cosas tan útiles como banderas de España con el toro, disfraces de princesa, pipas con sal, pipas sin sal, sal sin pipas (vamos, cosas imprescindibles para el día a día). 


En aquellas tiendas de ultramarinos (¡Qué nombre tan bonito a la par que embustero! Ya me dirás que tiene una lata de espárragos de Tudela o aceitunas de Campo Real de ultramar. Si estuviéramos hablando de sardinas, todavía…) podías comprar de casi todo, menos pan, leche, el periódico, carne… (vamos que no comprabas más que tontás para picar).

Primero llegaron los holandeses con sus Spar (lo he tenido que mirar en la Wikipedia porque creía que eran alemanes y ya iba a echarle la culpa a la Merkel), en el que había casi de todo y no tenías que ir de tienda en tienda para hacer la compra.  Allí ya se podían comprar más cosas que en las tiendas de Ultramarinos. No voy a entrar si era más o menos romántico ir al mercado y pasar por 200 sitios y comprar los ingredientes para hacer una fabada (como si supiera hacer tal cosa). Comprabas el tocino en la charcutería, la verdura en la verdulería, el chorizo en la choricería y las fabes (¿Dónde cojones se compraban las fabes?). Ahora vas a cualquier tienda, compras una lata de Litoral y en 5 minutos tienes una fabada…. mucho peor que la que hace una madre, pero es lo que hay.  Aunque la abuela del anuncio diga que es natural. 


Después llegaron los franceses con sus “Carrefoures” (ya se me ha escapado el nombre), y sus Alcampos, y nosotros, un poco más tarde con el Mercadona, El Corte Inglés, Eroski y otros (como no me va a pagar ninguno, espero que no se cabreen el resto, y además, seguro que los nombraría mal porque no me apetece seguir mirando en la Wiki).  El que más gracia me hace es el Ahorramás, al que mi tío, siempre llama Pagamenos (como véis la tontería es cosa de familia).  No os pongáis muy pijos con el orden en que llegaron los supermercados, es como yo lo recuerdo en mi barrio, y seguramente en otros sitios fue distinto. Y por último los chinos, que no han inventado nada más que la pólvora y lo hicieron para hacer fuegos artificiales (tan románticos ellos), que nos han traído de nuevo los ultramarinos de toda la vida, pero en los que venden hasta a la señora del anuncio de la Fabada Litoral.

En todos los supermercados, hay un orden, el que ellos quieran, pero un orden. Hay gente “mu lista” que estudia como colocar los productos para que se compren más unas cosas que otras, pero en mi Carrefour me han jodido y ya no encuentro nada (debía ser que los primeros que colocaron las cosas no eran muy listos o han cambiado de opinión los listos que ordenaban los productos).  Os prometo que di más vueltas que un político explicando la subida de impuestos   Eso sí, la Coca Cola en el mismo sitio de siempre (producto de primera necesidad). Los yogures ya no saben dónde colocarlos desde que el ministro Arias Cañete dice que nos los podemos comer cuando a él le salga de los huevos.  


Ayer volví de nuevo al mismo supermercado; no aprenderé nunca, y seguí el nuevo orden para hacer la compra. Y… me vuelven a faltar cosas y por más que pregunté a los amables cajeros (por los cojones), me volví triste y compungido a mi chino de confianza (ninguno) para encontrar lo que me faltaba. Como decía Trillo “¡Manda huevos!”, que por cierto, los chinos los tienen más baratos (y no valen bromas con el tamaño).

Comentarios

  1. Perdón por el retraso. Ando algo liada.
    Yo tuve la misma experiencia con el nuevo Caggggefougg. Se me apareció como un comercio con trastorno bipolar. Tan pronto ordenado como siempre (bebidas, aceites...) como enloquecido con novedades de... ¿shushi? (¿como demonios se escribe atún a lo crudo?), ensaladas casi de flores y tumbonas cutres para playa "abarrotá". ¡Menos mal que, cerca de los libros, encontré un asiento para descansar un poco de tamaño desaguisado. Pero te aseguro que esa noche soñé con los cambios. ¡Se me aparecían las morcillas de Burgos que no había logrado encontrar!
    Besotes,
    Isabel Blas

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    Respuestas
    1. Eso sí que es una pesadilla:-)

      Gracias por ser tan fiel al blogs.

      Besos

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