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Mostrando entradas de abril, 2020

Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

¿Nos vamos de terrazas?

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Quizá el término pueda llevar a engaño, pero ¿Cuándo os he engañado? ¿Cuándo me he inventado yo algo? Es posible que en algún post haya dicho algunas cosas que no eran del todo ciertas, que me haya inventado alguna cosa, que exagere un poquito o que haya maquillado la realidad. Pero hoy sí que voy a hablar de las terrazas. De las de los edificios, que todavía no estamos para salir de cañas. Aunque también te puedes tomar una cerveza, echar un cigarrito, salir a dar palmas, bailar, cantar… Hay terrazas en las que casi no cabe el cigarrito, y tiene que ser un baile más apretado que las tuercas de un submarino. Olvídate de marcarte un Dirty Dancing. Que a lo mejor tienes una de esas terrazas como los jugadores de fútbol. Que les da para entrenar, jugar con el perro y sus 18 hijos (los hijos del futbolista. Líbreme yo de hablar de las intimidades de los perros). Ventaneros sin fronteras Empezamos mal. Me propongo a hablar de terrazas y comienzo a hablar de los que

La tele me enciende

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No sé si os pasa lo mismo, pero es poner la tele y encenderme. Ya sé que la secuencia debería ser diferente. Primero enciendes la tele y luego te cabreas. Luis Enrique, deja que me explique. No estoy cabreado con la televisión, y con la mía menos, que es muy buena, y se porta estupendamente, ni con una cadena en particular. Es con la gente que sale. ¡Que nos han dicho que nos quedemos en casa! Y todos estos saliendo por la tele. Que te laves las manos. Las dos. Y que no saludes a los desconocidos, ni a los conocidos. Que no des la mano a nadie, ni siquiera para cruzar la calle (volvemos al punto de que te quedes en casa) … Que mantengamos la distancia entre personas humanas, y que tosas en el codo.   Y es normal que nos hagamos un lío. Yo de momento no salgo en la tele, ni toso a los desconocidos, ni cruzo las manos, y me lavo a distancia. A lo que iba. Que estás en casa viendo la tele y hay muchas cosas que me preocupan. La distancia Da igual quién salga que soy com

Más triste que los tres tigres

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Siempre que empiezo a escribir un post, pienso: “hoy sí, hoy voy a hacer un post cortito”. Y nunca baja de mil palabras, casi 5 páginas de Word con sus dibujitos, chistes, muchos malos, otros peores, alguno bueno… También podría poner una imagen, y me/os ahorraba mucho tiempo.     Para escribir un post pienso un tema, a veces, como estas últimas semanas, no hace falta pensar mucho sobre qué escribir. Lo pienso, tomo notas, dejo reposar las ideas (en plural, como si tuviera muchas ideas 😊 ), sigo dando vueltas a la cabeza (como la niña del Exorcista) y luego escribo el post… Casi siempre, muy largo. A menudo, según estoy tecleando, digo, “Pero ¿Qué estoy escribiendo?” Lo digo para mis adentros (intestino grueso y delgado mayormente) y me pongo a hacer otra cosa. Otras veces me sale todo del tirón, y pienso: ¡Albricias! (lo que quiera que sea una albricia) ¡Este post sí que es bueno! El mejor de todos (es posible que tenga el síndrome Leticia Sabater y crea, ella misma, puede

¿Puedo salir ya a jugar? ¿Y ahora? Diario de un tierno infante

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Es probable que penséis que me lo esté inventando todo. Lo de los teletrabajadores durante la cuarentena o las entrevistas con perros y gatos . Es muy posible que tengáis razón. ¡Lo confieso! No son verdad. Ya que estamos, vamos a seguir con el monotema y en el post de hoy os cuento cómo está viviendo todo esto un tierno infante. Podría haber escrito el diario de una infanta, pero no quiero meterme en jardines. Vamos con el diario de E.G.B. (por razones de seguridad, vamos a mantener la identidad de nuestro protagonista en el anonimato). Día 1 ¡Estamos de vacas! Nos cuentan en el cole que hay un virus que lleva una corona como si hubiera estado en el Burriking , y que mañana no tenemos que ir a clase para que no nos infectemos. Que nos lavemos mucho las manos, y que estornudemos en el codo. En el tuyo. No se puede toser a nadie y que no cojamos caramelos de desconocidos. Manolín, el vecino, que va al cole de los mayores, dice que un murciélago se ha comido una sopa con