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Mostrando entradas de junio, 2013

Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Sin orden y concierto

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Ya sé que la expresión es sin orden ni concierto, pero es que en el caso que os cuento esta semana no hay orden, pero sí concierto. Al menos había unos señores tocando. Cantar, lo que se dice cantar, poco y mal. Y es que eran los Hombres G.  Ahora viene la explicación. ¿Qué hacía yo viendo a estos señores? Pues eran las fiestas de mi pueblo (o ciudad, para que no se enfade nadie), y era una excusa para ver a amigos y tomarnos algo juntos. Excusas, dirás.  ¿No será que te gustan?  Pues no te diré que les odie, me parecieron divertidos en su momento y algún disco de ellos compré (todavía se compraba discos en aquella época), pero de ahí a decir que me gustan… Lo mejor de los Hombres G es que no se disfrazan de mamarrachos para tocar una guitarra. La voz del cantante no ha empeorado con los años (era muy difícil que fuera a peor. Canta menos que un espía ruso) y suenan bastante bien en directo. Nunca han ido de nada, y cumplen lo que proponen, hacer pasar un rato divertido.

Esas pequeñas cosas

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Además de una de mis canciones favoritas, el título del post viene a cuento de lo que voy a hablar. Son esas cosas que pueden no parecen importantes, pero que te alegran el día. Antes de que sigáis leyendo, aviso (no soy traidor). No voy a hablar de sexo (¿queda alguien leyendo?), y procuraré no ser demasiado escatológico (ahora sí que me he quedado solo).  Además lo del sexo, no es una cosa pequeña (sin entrar en el tamaño propiamente dicho que cada uno) y no sólo te alegra el día, sino que te alegra la vida.  Tampoco hay que tomárselo tan en serio como el amigo “Clin Isvuz”.  Es un poco más sádico en el tema de las alegrías. Para que sepáis de qué canción hablo, aquí os dejo el vídeo. Ya, ya sé que parece que Serrat va a soltar la guitarra y salir corriendo a perseguir a los malos en Miami, pero es que era 1987 y es la ropa que se llevaba en aquél entonces (¡Qué expresión tan viejuna). A algunos os parecerá que estas pequeñas cosas no son para tanto, y que soy muy si

¡Vade Metro!

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¿O es vade retro? Nunca se me dio demasiado bien el latín, pero es algo así como ¡Qué te pires! ¡Échate pallá! Niños, si os sale algún texto en latín (igual con el cambio de ley de Educación tenéis que estudiar religión en esa lengua del infierno), no lo traduzcáis así, esto es una interpretación libre. Bueno, a lo que voy. No es que esté en contra del metro, ni mucho menos. Es uno de los mejores medios de transporte y el de Madrid no está nada mal (a pesar de los políticos). Limpio, rápido y cubre gran parte de Madrid y alrededores (Comunidad de Madrid, ya si eso, os paso la factura más adelante). Pero es que ha cambiado mucho desde que lo utilizaba a diario. En los últimos años he montado más en  metros de otras ciudades y hasta hace poco no había vuelto a ¿disfrutar? del de “Madrí”.  Llamadme antiguo (si tenéis cojones), pero se han perdido algunas cosas que le daba al metro el sabor especial que tenía (como Sevilla, pero en versión gustativa). Del olor, me quedo con el de ahor

De aquí, de Madrid

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Permitidme que hoy me mire al ombligo (en sentido figurado, que os lo creéis todo y además hay ombligos que molan mucho más que el mío… También los hay más feos, como esos que parecen garbanzos en remojo). Quiero decir que hoy voy a escribir sobre cómo hablamos los de aquí, de Madrid. ¿Os habéis dado cuenta que si a algún madrileño le preguntan de dónde es siempre dice: “de aquí de Madrí”? Da igual si estás en Madrid o en la China Popular (Carod dixit) que dirás lo mismo. Y el chino te mirará con los ojos como platos (de esos en los que se ponen las aceitunas y los boquerones en vinagre, pero platos), porque tú se lo dirás con perfecto acento madrileño. Y no sólo decimos que somos de Madrid, sino del barrio o el pueblo. De Madrí, Vallecas, Carabanchel, La Elipa, Móstoles, Fuenla o el Barrio de Salamanca (éstos no hace falta que lo digan, se les nota… bueno, en realidad se nos nota a todos).  A veces no hace falta que lo digamos. Los madrileños tenemos acento, aunque creamo