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Mostrando entradas de marzo, 2020

Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Perrera en la Onda

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Hace unos días escuchaba en la radio las experiencias de algunas personas con sus perros durante la cuarentena. Y yo pensé, ¿Por qué no hablan con los perros directamente para que nos cuenten cómo lo están viviendo ellos? No me vengáis ahora con lo de que un perro no habla, que son muy buenos, pero no son muy espabilaos. Que cómo vas a poner a un chucho al teléfono. Ya está bien de discriminar a los perros y démosle una oportunidad para que nos cuenten cómo se sienten estos días. Y así lo he hecho. Me perdonaréis si no pongo los audios (no voy a hacer la broma que se les comió la lengua el gato, o que el perro se comió los deberes). Es únicamente que así os ahorro el trabajo de tener que traducir. He hablado con algunos perros extranjeros y con algunos, aunque hablaban perfectamente en castellano, la conexión de Internet no era muy buena. Aquí tenéis algunas de las entrevistas. - Buenos días, ¿Cuál es su nombre? - Por favor, tutéame. Me llamo Sultán y vivo en Madrid.

Como en casa en ningún sitio

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Hogar dulce hogar, “no place like home”, que decía Dorothy, después de que le pillara un tornado, se hiciera amiga de un león de hojalata, un espantapájaros sin corazón, y otro que se parecía a C3PO. Y además matando brujas del Este ¿O del Oeste? (quizá debería leer el libro, o ver la película, de nuevo). El caso es que como en casa en ningún sitio. Ahora es cuando alguno dice: “Pues si tanto te gusta tu casa, quédate en ella”. Pues me quedo. Que es donde hay que estar. Que sería aún mejor tener una casa con piscina, gimnasio, parque de bolas, cine…como los ricos. Que hay famosos que parece que viven en un centro comercial. Pero, si miramos la parte positiva, ellos tienen que pagar un montón de pasta de IBI, y rellenar el parque de bolas, y cargar con un montón de pesas en su gimnasio. Y seguro que se les llena de amigos gorrones. Probablemente, a estas alturas no hace falta que explique por qué hay que quedarse en casa y salir únicamente para lo estrictamente necesario. Ya te

A casa a trabajar

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Esto es como la canción de los enanitos que iban a casa a descansar, pero al revés. En este caso todos a casa a trabajar, y sin silbar ni nada, que seguro que los vecinos también están trabajando. No te olvides que tienes que comprar pan, agua, leche natada o “desganada”, 1000 latas de atún, arroz como si fueras a abrir 10 restaurantes japoneses, y papel higiénico. Ahí lo dejo a tu libre elección. No me voy a meter en si eres normal o si necesitas 50 rollos para una semana. Cada uno es muy libre de higienizar sus partes como quiera, o incluso hacer el "rimeik" de la momia. El caso es que hay que teletrabajar. Ya habréis oído mil consejos para hacerlo de forma correcta. No trabajar en pijama, dúchate guarro; aunque no vayas a ver físicamente a nadie es importante no ser un gorrino. Lávate las manos, ordena tus horarios, ten un lugar de trabajo adecuado, no olvides hidratarte y mineralizarte, comprueba que tienes muchos “megapips” en tu conexión de Internet. Pue

Apretar un melón y otras cosas que hacemos sin tener ni puta idea

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Probablemente no seamos conscientes de lo mal que hacemos las cosas. No es nada personal, aquí somos todos iguales. Toda la vida estornudando, unos más escandalosos que otros, y resulta que no lo hacemos bien. Que tenemos que hacerlo en el codo. En el tuyo. No vaya a ser que vayas buscando codos ajenos para ser estornudados. Mira que lo hacemos todos los días, (o al menos deberíamos hacerlo varias veces, no solamente cuando hay algún virus rondando), y tampoco sabemos lavarnos las manos. Ni enjabonarnos con jabón, o engelarnos, si es con gel. Yo propondría una asignatura en el cole, en todos los colegios, da igual que sean privados, públicos, concertados, o desconcertados (que es como estamos muchos) para enseñarnos a hacer cosas básicas, como por ejemplo apretar un melón. “Aprietando” melones Como habrás visto a la joven, esta no es manera de apretar un melón, ni una sandía. En realidad, esta no es manera de apretar a nadie. En algún momento de tu vida te encontraras an