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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

El extranjero ya no es lo que era

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Cuando hablo de extranjero me refiero al sitio donde viven los guiris… Esperad, que voy a especificar un poco más. No, no hablo de Mallorca, ni Torremolinos o las Islas Canarias, sino de otros países que no son España. Ahora que ya he aclarado a qué me refiero por el extranjero, tengo que explicar la segunda parte del título del post, lo de que ya no es lo que era. Pues eso, que antes era distinto, el extranjero estaba muy lejos. No, tampoco es que lo hayan movido, que tampoco pondría la mano en el fuego, sino que ahora es mucho más fácil, rápido y algo más barato desplazarse a otro país. Además de un tiempo a esta parte todo se parece cada vez más. Los edificios son similares, todos tienen puentes de mi admirado arquitecto, pero no por ello menos caradura, Calatrava, las tiendas son iguales, también hay gente que se llama Jonathan, Kevin, Jessica y Brenda.  La comida cada vez es más parecida en todos sitios, casi todos vamos vestidos de forma muy similar (me refiero a l

Tengo un sueño

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¡Qué injusta es la vida! Martin Luther King tuvo un sueño y ahí le tienes, todo el mundo se acuerda de él e incluso tiene un día festivo en Estados Unidos. No me hagáis mucho caso, pero para mí que algo más haría. No está demostrado que fuera el mismo Martín que encontró un ratón “debajo un botón”, pero prometo investigarlo o hacer un llamamiento en las redes sociales para resolver esta duda que me está corroie… corrollen…corroyend….bueno, que me quita el sueño.  Digo que la vida es injusta (pero esto no es nada nuevo) porque yo tengo mucho más sueño que este señor y estoy convencido que no pasaré a la historia, ni me dedicarán calles. ¡Qué le vamos a hacer! Da igual a la hora que me levante, siempre tengo sueño.  Claro que mi discurso sería distinto, más corto, más fácil de recordar, menos original.  No creo que mecagüenlaputaquésueñotengo pase a los anales (que palabra tan dada a la chanza) de la historia de la humanidad. Y ahora que lo vuelvo a ver, me parece que el Señor M

Nos siguen engañando

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¿Os acordáis cómo nos engañaban cuando éramos pequeños? Si no lo recordáis, no pasa nada, nos siguen engañando ahora que somos mayores. No, no hablo de los políticos. Bueno también. Los políticos nos engañaban antes, lo hacen ahora, y lo seguirán haciendo por los siglos de los siglos (siento ser pesimista con este tema, pero creo que esto no cambiará nunca).  Pero no vamos a echar la culpa de todo a los políticos. Al fin y al cabo, y aunque no lo parezca, ellos también son personas. A lo que me refiero en el título, es que desde que somos pequeños vivimos en la mentira, o utilizando el vocabulario de los políticos, nos dan explicaciones o declaraciones que no se ajustan a la realidad en forma parcial o total.  Los mayores te dicen: “ Ya lo entenderás cuando seas mayor ”. Y te haces mayor y tampoco lo entiendes.  Y no será porque tú no preguntas. Hay una época de la vida en la que los niños se pasan preguntando ¿por qué? una media de 50 veces al día. Hay algunos que incluso de

A pagar la tele

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No, no me he equivocado al escribir el título. No quiero decir apagar la tele, que también.  He dicho lo que quería decir. No siempre se puede, pero si no lo hago en el blog, ¿Dónde lo voy a hacer? ¿Os imagináis que aquí (cuando digo aquí, me refiero a España. Así somos los españoles, todos somos de aquí y si además eres de aquí, de Madrid, lo decimos por partida doble) tuviéramos que pagar por ver la tele? Lo hacemos, pero de otra manera. En algunos casos, yo daría dinero porque no pusieran algunos programas, pero de momento o apago la tele o veo otro canal.  Como sabéis (algunos. Tampoco soy tan importante para que conozcáis toda mi vida), paso bastante tiempo en Irlanda y allí, además de comprarte la tele y pagar una pasta por tener un receptor (que antiguo suena), también tienes que pagar una licencia por ver la tele, aunque solamente la utilices para conectar la Play “estaichon”, el “dubidé”, el PC, el Mac o incluso poner una sevillana y un toro encima para tener un salón

Nunca digas nunca

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Empiezo bien. Dando consejos y el primero que no los cumplo soy yo, y encima lo pongo por escrito.  ¿Nunca digas nunca?  Pues ya lo he dicho dos veces y las que vendrán. Ahora es cuando me explico, casi siempre mal, pero me explico. Todo esto viene a cuento por las veces que te prometes que NO harás o NO volverás a hacer o decir algo.  ¡Nunca jamás! (los que hablan inglés dicen never ever que significa nunca, unca). Pero como todas las promesas, casi nunca (ya lo he vuelto a decir) se cumplen.  Basta que digas o incluso prometas una vez que no harás algo, para que en poco tiempo, te estés arrepintiendo de haberlo hecho.  (Jodó que trabalenguas). Creo que tengo que esforzarme algo más en la explicación. A ver si es más fácil con un ejemplo.  Tienes dos objetos.  El objeto A es para tirarlo al cubo de la basura, por ejemplo el papel de un caramelo. En la otra mano, tienes el objeto B.  Por poner un suponer , puede ser el móvil, las llaves de casa o la cartera.  ¿Cuál tiras

¿Quién puso la b y la v juntas en los teclados?

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Hace poco os contaba que soy más de letras que de números . No es que odie los números.  Hay algunos muy bonitos, como el 2 (que es un patito que está tomando el sol. Ojo que esto no me lo he inventado yo, aquí tenéis la explicación ), Pi (han hecho hasta una peli de su vida y la han dado un cerro de “Óscares”), los primos (que son números raros como entre ellos solos y entre uno -ufff, broma matemática)) o los números de la lotería (sobre todo si te tocan). Pero a lo que vamos. Me gustan más las letras, pero hay que saber cómo usarlas y dónde ponerlas. Ahí está la madre del cordero (lo que sea que signifique esta expresión). Por lo que cuenta la Wikipedia (niños, no os fiéis de todo lo que digan estos señores) que fue un americano el culpable de que la b y la v estén juntas. ¿No tenía otro sitio dónde ponerlas? ¡Coño! ¡Que había hueco suficiente en el teclado! Claro, como él no escribía en español, que se jodan los demás. ¿Qué pasaría si juntáramos la W y la G? Eso no os gustarí