Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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¡Camarero! ¡Una de post!
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¡Camarero! ¿Qué? ¡Camarero! Una de post. ¿Una de post? Una de post, o me llevo a esa mujer, o entre los tres nos organizamos… si puede ser.
No os voy a hablar de llevarme mujeres, ni de organización. Tampoco de Luis Eduardo Aute, Si no de los camareros. De esos a los que quiere liar siempre Reina, el portero de fútbol en todas las celebraciones.
Si después de ver el vídeo no tenéis ganas de matar a Reina, al portero (matar a Su Majestad está muy feo y seguro que pasas más años en prisión… Que no digo yo que esté bien matar a Pepe Reina y que seguro que también es delito… ¿no?) os invito a seguir leyendo sobre los camareros y camareras, sean o no de tu amor.
No se va a acordar, no se va a acordar…
Esos camareros o camareras que llegan a esa mesa en la que está la familia de celebración y cada uno pide una cosa distinta. Dos cafés solos, uno con hielo, descafeinado de máquina en vaso con leche de yegua mozárabe, un cortado con leche fría, te con sacarina, bueno mejor sin sacarina… Y así para 30 personas, y otras cinco cambian el cortado por café con leche, el te por una manzanilla…. Tú habrías matado a la familia entera, pero ellos inasequibles al desaliento (lo que quiera que signifique eso) se acuerdan de todo, lo sirven en perfecto orden y además se han acordado de traerte leche de soja, azúcar moreno y hasta a los Chunguitos.
3000 metros obstáculos
Ahí le tienes esquivando mesas, sillas, las 20 bicicletas de esos señores disfrazados de ciclistas tomando jarras de cervezas, el carrito de los gemelos (la cantidad de niños repetidos que se ven últimamente), una silla de ruedas (más que un bar parece un garaje). Los niños correteando, y ellos con su bandeja con los 10 cortados, 20 cafés con hielo, 3 cañas, dos claras y un vino vegano (hecho con uvas pisadas, pero con cuidado).
El camarero didáctico
No es el nombre de un juego de mesa, aunque podría. Son esos camareros que te explican lo que vas a comer, cómo se ha hecho, de dónde han sacado los ingredientes, con qué cubierto lo vas a tomar… En un restaurante en el que tardas más en leer la carta que en comer, se agradece… No lo veo muy práctico para el bar de la esquina cuando pides una caña y una de bravas.
El homo poco habilis
También hay camareros que tienen problemas con el equilibrio y la gravedad. Son capaces de colocar 20 platos en la bandeja, veinte copas, y tirarlo todo. Que también tiene mérito, pudiéndolas tirar de una en una.
¿El zumo de sardinas era para ti?
Se ha hecho un lío. Ha mezclado el pedido de una mesa con el de otra. Te trae el postre antes de los aperitivos, al niño le pone un whisky y al abuelo le calienta el biberón… Es posible que te sirva una tortilla de patatas sin cebolla… ¡¡¡Sin cebolla!!!!!
El impasible
Da igual lo que le pidas que él apunta. Luego te traerá lo quiera. Y cuando le digas que se ha equivocado, seguirá impasible. Nada ni nadie le hará mudar el gesto. Un profesional.
El momentito
Podría ser un título para la canción del verano, pero seguimos con los camareros. Este es el que va corriendo a todas partes y va diciendo lo mismo a todas las mesas. "Un momentito, ahora mismo voy". Y no viene. Y tú intentando pedir una cerveza, o que te traigan el segundo plato… o incluso quieres pagar… Querer no es la palabra, pero que igual ya es momento de irte a casa y dos horas para que te traigan la cuenta, ya va siendo un tiempo poco prudencial (Por cierto ¿Cuánto tiempo es un tiempo prudencial?)
Me llamo Iñigo Montoya…
En realidad no se llaman así. Es un nombre al azahar. ¿Vosotros necesitáis saber el nombre del camarero o camarera que os va a atender? Les ves venir tan joviales ellos: “Mi nombre es Iñigo Montoya, tu mataste..Y voy a ser tu camarero”. Yo ahí nunca se cómo reaccionar. ¿Le digo mi nombre y le presento a todos los que me acompañan en la mesa? Ahora es cuando me diréis que es por el tema de la propina… ¿Qué pasa? ¿Que vosotros dais propina dependiendo de cómo se llame el camarero? ¿Si os gusta el nombre le dejáis un billete de 10? Yo se la daría a quién tuviera el nombre muy feo o con muy mala rima… Toma Gumersindo, 20 euros. Que bastante has sufrido en la vida. Y ya de paso compra algo para cargarte a tus padres.
Los cariñosos
Hola “miamor” ¿Qué vas a tomar hoy? Y es la primera vez que vas a ese bar y no conoces al camarero o camarera en cuestión. ¿Y por qué me llama cariño esta señora? Y ahora me llama guapo…. ¿Qué quieres de postre rey? ¿Me ha llamado rey? ¡Si es que soy irresistible!
¿Ya estás listo?
No te has sentado todavía y ya le tienes encima. “¿Qué va a ser?”. Pues va a ser muy precipitado pedir sin saber qué hay en la carta. Y a los 5 segundos de traerte la carta con los platos ahí le tienes de nuevo. ¡Que hay que estar más vivo! ¡¡Decídete ya!! ¡No me hagas perder el tiempo!
El secreto ibérico
¿No os habéis encontrado nunca ese camarero que te recomienda algún plato como si fuera el secreto de la Coca Cola? Se acerca a la mesa y te dice en voz muy baja, como queriendo que nadie se entere que tiene un rodaballo espectacular. O una berenjena alucinante… Yo personalmente no me fío de nadie que hable con un desconocido, o con un conocido y me cuente cómo tiene el rodaballo o que su berenjena está para chuparse los dedos.
El de la bayeta
Es posible que aún no le hayan ascendido a camarero y sólo esté de bayetero. Limpiando mesas, eso sí con la misma bayeta. Desde hace tiempo. Probablemente era la bayeta que compraron en el Sepu (que cerró unos años atrás). Pero suele ser muy amable. Y te dice que ahora viene. Que un momentito… que ahora ya si eso… Y no viene él, se presenta alguno de sus compañeros… El cariñoso, el secreto ibérico, Iñigo Montoya…
Hay muchos más y casi todos unos máquinas, monstruos, cracks, los mejores en lo suyo. O casi todos… Aunque quizá en algún momento también habría que hablar de los clientes que tienen que aguantar los camareros… Que también nos las traemos.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
Oscar, Goya y otros señores que dan premios a los peliculeros El otro día estuve viendo (ya, ya sé que esta es la típica forma de empezar un monólogo, pero es que así fue) la gala de los Goya y me detuví (¿O se dice detenguí?) a pensar. No me pasa muchas veces. Lo de detenerme sí, me refiero a lo de pensar. Y pensé que todas estas galas, los Goya, Oscars y todos estos señores que se dedican a dar premios, son muy similares, por no decir parecidas (o como se diga). Sale una señora, o un señor, a presentar la gala. Y canta, y baila, y cuenta chistes, y sonríe, y habla con el público y se mete con las autoridades competentes y otra vez a sonreír. Y volver a presentar a gente que entrega los premios al mejor guion, a la mejor actriz, la mejor iluminación, y la música más original, a la música menos original y así hasta que eligen la mejor película. Todo ello votado por los señores de una Academia. Y cada vez es una academia distinta. Y son academias que no conoce nadie, ni siqui
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