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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

¿Quá hago yo en Soria vestido de Mariachi?

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Nada más lejos de mi intención de coartar la libertad de nadie. Ni la de los mariachis, ni la de los sorianos. Tampoco me parecería mal que un soriano se fuera a cantar, lo que quieran que canten en Soria, a México. O a Mogadiscio. Y que salgan en Sorianos por el Mundo. Y que canten, y que bailen.    Como os conozco y sé que os estaréis preguntando qué se baila en Soria, os voy a dejar con un ejemplo del folclore del lugar. Que es probable que esas señoras también sepan bailar jotas, o sevillanas, o les dé por perrear. Todo es posible. Pero no os vengo a hablar de mariachis, ni de sorianos, ni de señoras moviendo su cucu, sino de lo que es posible. No suelo estar muy convencido con estas frases. “Sé tú mismo pero no seas tan intenso que eres un poco cansino”, “los que creen muy fuerte, ¿son cretinos?”. El caso es que estoy de acuerdo que en los sueños todo es posible. Y me explico. Vamos a soñar juntos (me ha poseído el primo cursi de Paulo Coelho). ¿Qué hago yo aquí? En los

Ponga un experto en su vida

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Pues yo tengo un mensaje de Whatsapp que…. A mí me han contado… Sé de buena tinta… En un vídeo de Youtube…. El primo de un amigo que es…. Ha salido un experto hablando y ha dicho que…. Es posible que el primo de tu amigo sea un experto que tiene un canal de Youtube y te haya llegado un mensaje de WhatsApp en el que hablan sobre ese tema que a ti te tiene tan preocupado. E incluso es probable que coincida con lo que tu pienses. Casi siempre tienen razón los que opinan como tú. Todos sabemos que no hay que hacer caso de las fuentes oficiales. Es mucho más fiable lo que dice el amigo de tu primo. Al que nunca has visto. Al amigo… y es posible, que a tu primo, tampoco. Incluso es muy probable que no haya primo… O que el primo seas tú.  Que lo mejor el primo de tu amigo era Einstein y estoy hablando sin saber. Todo es posible. Ya lo decía el mismo físico alemán. Sigo hablando de Einstein, no del primo de tu amigo. En su teoría de la relatividad te explicaba que las cosas son relativas, ha

La vuelta

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Como decíamos ayer, bueno, algo más de un mes, he estado dando una vuelta. Casi 4.000 kilómetros. También he hecho algún que otro kilómetro andando, pero muchos menos y algo más despacio, que para eso estaba de vacaciones. El caso es que hemos ido, y vuelto, desde Suiza a España. No, no hemos visto a Corinna. Ni al Rey. Ni a un triste marqués. Tampoco a un marqués alegre. Debe ser que los nobles no son para el verano. Como las bicicletas… Ya me estoy liando. Por si tenéis curiosidad, hicimos etapas como en una vuelta ciclista. De Zúrich a Ginebra (sin alcohol), luego a Andorra pasando por Francia (pasar por la República Checa habría estado bien, pero era demasiada vuelta. Y luego a Almenara, Castellón. Más tarde Madrid, de ahí a Logroño (qué buena rima tiene esta ciudad), Clermont Ferrand (que no es el nombre de un señor de Francia, aunque podría serlo) y vuelta a Zúrich. Casi los mismos kilómetros que en el Tour de Francia, pero a nosotros no nos animaba nadie, ni nos daban bote

Esto que rueda, lo llamaremos…

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Siempre me ha llamado la atención lo de la rueda. Ese momento en el que se inventa y a alguien se le ocurre el nombre. A esto que rueda… lo llamaremos ¡RUEDA! ¡Qué bien pensado! Que tiene todo el sentido. Describe muy bien lo que hace. Como el destornillador, un cortacésped, el cuentakilómetros, hasta el despertador… Hay otros que no están tan currados, como el matasuegras, del que ya hablamos en el post anterior o el $&/·”% “abrefácil!”. Siguiendo la lógica, deberían haberle llamado “sistema que en teoría debería funcionar, pero lo único que hace es complicar la vida a la gente y tienes que utilizar otros métodos más expeditivos para proceder a la apertura”. Pero era demasiado largo. Hoy quería hablaros de los nombres de algunas cosas. No de todas las cosas, porque mira que hay cosas en el mundo. Cienes y cienes de cosas. Y además que una cosa que en un sitio se llama de una manera, en otro, van y lo cambian de nombre. ¿No nos podemos poner de acuerdo y llamar a las cosa