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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Santas y santos, el retorno

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Previously (que es algo que dicen mucho en las series para hacer un resumen), en Un Cigarrito y a la Cama hablábamos sobre santos y santas . Algunos tan famosos como San Són, patrón de la canción ligera, San Griento, el de las películas de Tarantino, o San Seacabó, el último santo. También os contaba algunos detalles sobre Santa Lucía y cómo se hizo rica con una agencia de seguros y Santa Claus, también conocido como “maricrismas”.   Pero hay más santas y santos, y me parecía injusto no hablar de ellos. Además, así os doy ideas por si estáis buscando nombre para vuestros hijos e hijas. Ya está bien de “Yesis” y de “Kevins”, que así no les va a quedar más remedio que participar en Gran Hermano 57 o en “Mujeres y hombres que comen berzas”. Y sin más “dilatación” comenzamos con los santos y santas. San Toral Es el que les lleva la agenda al resto de santos; a los santos inocentes y a los que no son tan inocentes. Les recuerda cuando es su día, qué han hecho para llegar a se

Fulanito y menganito: Por trece razones

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Las personas humanas, a diferencia de las que no son humanas, somos daltónicos. No vemos colores. Realmente vemos dos, blanco y negro. A veces sólo vemos nuestros colores, y nada más. Después de estos momentos filosóficos patrocinados por esos señores que escriben frases para poner en las paredes (las frases, no a los señores, que igual también), os voy a contar la historia de fulanito y menganito Pues resulta de que (siempre quise comenzar una frase así) Fulanito y Menganito son amigos desde la infancia. Les gustan las mismas cosas, son “fanses” del mismo grupo de música, les encanta leer, juegan juntos en el mismo equipo de petanca, votan al mismo partido político, pero hay algo en lo que no se pueden poner de acuerdo. Han intentado acercar posiciones, pero imposible. Incluso han ido a hacer cursos de terapia de pareja. Fulanito trata de convencer a Menganito. Menganito le envía información sobre por qué Fulanito está equivocado, y discuten a todas horas. Nada, ni

Querida Tertulia, no eres tú, soy yo.

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No me digáis que no es bonita la palabra tertulia. Algunos podréis decir que parece el nombre de una señora mayor de pueblo, la Tía Tertulia. Otros que suena a un plato de comida. Tertulia a la francesa, por poner un ejemplo. Realmente el nombre proviene de las reuniones para leer y discutir las obras de Tertuliano. Luego ya los tertulianos dejaron de leer y se han dedicado a discutir, casi siempre a gritos, y lo único que importa es quién chilla más rápido, más alto, más fuerte, como en las olimpiadas. Hubo un tiempo en que la gente hablaba para mostrar diferentes puntos de vista, opinar sobre temas interesantes, llegar a acuerdos… ¡Qué tiempos! Y la gente se hablaba con educación, se respetaban los turnos de palabra… Aquello era como una convención de los osos amorosos en el país de la piruleta. Pero todo cambió y os voy a contar algunas cosas que no me gustan de las tertulias, ni de los tertulianos, nanianos (siempre había querido usarlo en una frase). ¡Allá vamos! (pro

Prohibiendo a Billy Elliot y a Forrest Gump

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Probablemente hayáis leído la noticia de que la Ópera de Budapest (todos somos muy “fanes” de las noticias sobre la ópera, y más concretamente de la de Budapest) ha suspendido el musical Billy Elliot por una campaña en la que advertían que los jóvenes corrían el riesgo de convertirse en homosexuales. Obvio. Tú vas al teatro, ves a gente bailar y te vuelves homosexual al instante. Como cuanto te tomas una pastilla efervescente y se pasa el dolor de cabeza, pero en “homosexualismo”. Isofacto, hisofato, ipso flauto, Inmediatamente. iOjo! Sólo si eres joven. Si eres mayor, ya se te pasa. Eres inmune a estas cosas. Pero es que los jóvenes son muy influenciables. Van por ahí, confusos y cualquier cosa les afecta. Y para que no les pase nada, voy a proponer unas proposiciones que paso a enumerar. Como os iba diciendo, vamos a seguir prohibiendo cosas para que los chavales no se hagan homosexuales, ni cojan caramelos de extraños, ni les dé por la drogaína, ni les pase nada malo. Pero