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Mostrando las entradas etiquetadas como piscina

Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Piscifactoría

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Que me ha dado por poner palabras bonitas. Rimbombantes, también podrían ser. No me digáis que piscifactoría no cumple con ambas definiciones. No hay nada más bello que el lugar donde se hacen los piscis. Pisci-factoría. Los tauros se hacen en la tauromaquia y los Virgos, ya se hacen ellos solos. Pero además yo quería hablaros de la fauna que podemos encontrar en las piscis. Muchos más animales de los que pensáis. Todos hemos visto cosas que vosotros no creeríais. Ríete tú de las llamas de Orión, las lágrimas y la ciencia ficción. En las piscinas hay gente. Podríamos dejarlo así. Es lo que caracteriza a las piscinas en verano. Que hay gente. Mucha. Y cuando hay mucha gente suele haber gente pa tó. En el post de hoy vamos a hablar de esa fauna piscifactórica que podríamos o pudriésemos encontrar. Los niños primero Siempre las mujeres y los niños primero. Pero primero, los niños. Mira mamá, sin manos. Y ahora de cabeza, y luego de pie, y una mano en la cintura, y un movimiento

El niño de la piscina

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Hay historias tristes como la de El Niño con el Pijama de Rayas, algo más alegres como La Niña de tus Ojos o ésta de El niño de la piscina, que podría estar a mitad de camino. O es posible que sea un drama, una comedia o una historia de superación. Yo os la cuento, y luego ya decidís vosotros mismos. Este post es algo así, como elige tu propia aventura. Érase una vez en una piscina de un hotel en Estados Unidos. Año dos mil y trece de nuestro señor. Padre e hijo jugando a lanzarse una pelota de plástico de pequeño tamaño. De plástico y de pequeño tamaño, la pelota. No tengo nada en contra de los padres o los hijos de plástico, pero en este caso eran reales. El padre era un americano medio de gran tamaño. Tirando a muy grande, que suele ser la media de los padres de Estados Unidos. El niño de la piscina, nuestro protagonista, tampoco es de pequeño tamaño. Diríamos que es talla XXL. Imaginad ese actor infantil de las películas americanas. Ese chavalín que no suele ser el más popular,

Ven a la escuela de calor

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¿Os acordáis de la canción de Radio Futura? Tiene que estar bien lo de ir a una piscina privada en la que las chicas desnudan sus cuerpos al sol. ¡Hace falta valor! Pues ahora que estoy en el país donde fabrican la lluvia, también puedo decir que aquí también se está agustito. No os engaño ni me ha patrocinado el post la Oficina de Turismo de Irlanda. ¡Estamos a 26 grados y hay sol! Y dicen que por Inglaterra hay una “jit güeif”, que es ola de calor, pero ellos como son más sofisticados, lo dicen así. Pero aquí no hay piscinas privadas, y si las hubiera o hubiese, serían climatizadas porque para utilizarlas un par de veces al año, no te vas a gastar la pasta en fruslerías (palabra casi tan bonita como bagatela, amén de sinónima).  Ni las chicas desnudan sus cuerpos al sol. Se ponen bikini y ese color níveo (nada de publicidad, es una forma de decir blanco, que os lo tengo que decir todo), pasa en cuestión de horas a color codillo. ¿Queréis saber más cosas sobre el calo

Ningún niño sin saber nadar

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Si os suena esta imagen, es que sois al menos tan viejunos como yo.  En el póster podéis ver el escudo que se llevaba por aquella época.  Estamos hablando de 1976. Todos teníamos pegatinas (esta palabra también es viejuna) para poner en la bolsa de natación (con nuestro bocata de Nocilla y el bañador de repuesto) y en las carpetas del cole junto a las fotos en blanco y negro recortadas del As de Leivinha y Pereira (en mi caso), mis dos ídolos de la infancia.  Por aquellos años, mi madre nos llevaba a mi hermana y a mí a la piscina del Colegio San Viator para aprender a nadar.  Ahora, ya sé ir solito y no hace falta que me acompañe mi madre… más que para ir al dentista.  Imagen de  http://www.todocoleccion.net/ Sí, amiguitos, me ha dado por la natación. Me pego alguna paliza que otra en la piscina de Alcobendas y allí hay gente “pa tó”. Lo primero que te llama la atención es que hay en cada una de las calles de la piscina (esas líneas pintadas en el suelo que además está