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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

10 pruebas irrefutables de que las vacaciones no son lo que eran

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Las redes sociales han cambiado las vacaciones. No digo que sean mejores ni peores, son diferentes. Es un hecho irrefutable. ¿A ver quién es el guapo o guapa (que no voy a discriminar a nadie) que lo refuta? Lo que quiera que signifique refutar (suena a una jugada de fútbol. Aquí vemos a Fulanito Jr celebrar el gol que ha marcado por la escuadra tras un portentoso refute). Las vacaciones las podríamos distinguir entre AR (nada que ver con Ana Rosa, que seguro que está disfrutando de sus merecidas vacaciones… tópicos típicos que se dicen en estas fechas señaladas) y DR. Donde R es redes sociales, A es antes y D, como os podéis imaginar sin necesidad de estudiar física cuántica (como si la distinguiera de la que no es cuántica) es Después. Y aquí va mi explicación.

Las máquinas cada vez más inteligentes… ¿Y nosotros?

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Los cacharros son cada vez más listos. Las neveras te avisan que hay que comprar leche, los coches ya no necesitan conductor, el navegador te dice cómo llegar más rápido a cualquier sitio, hay gafas inteligentes (no confundir con la gente que cree que es inteligente por llevar gafas). ¿Sabíais que Rajoy se teñía la barba de blanco para parecer más interesante? Yo tampoco. Hay aplicaciones para avisarte de corregir tu postura corporal (como llevar al lado a tu madre pero sin la colleja y el ¡Ponte derecho! ¡Coño ya!). Los teléfonos ya no sirven para hablar (sólo), la tele graba tu serie favorita… Pero y ¿nosotros?  ¿Somos más tontos por culpa de los cacharros? Algunos diréis que sí, otros que no. Como la parrala, pero en versión tecnológica. No tengo claro si somos más listos o más tontos. Yo os dejo algunos ejemplos y luego ya vosotros decidís. La fiesta de la democracia en versión blog lo llaman. Ya sé que la jornada de reflexión fue el domingo pasado y era para o

Suspiros de España

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Para algunos jovenzuelos, el título del post de esta semana les sonará más a un nombre de colonia viejuna o a alguna película de esas en blanco en negro en las que salía Lola Flores, Carmen Sevilla o Paco Martínez Soria (espero que no penséis que estaban todos juntos ¡Qué horror!).  Pues bien, Suspiros de España es un pasodoble (para seguir con cosas con solera) que simboliza la nostalgia del país perdido y me sirve para contaros la segunda parte del post de la semana pasada en el que os decía que el extranjero ya no es lo que era .   Os dejo la versión de Suspiros de España por Diego El Cigala. Que guapo guapo no es, pero cantar se le da bien.  Pero no siempre fue así. Hace unos años, sí que había diferencias y el extranjero estaba lejos (creo que siguen sin haberlo cambiado de sitio), pero todo era distinto. También había españoles por el mundo, madrileños por el mundo, toledanos por Murcia…(y todas las variantes de un mismo programa). Pero no eran tan guays como los d

Decenas de cenas

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S eguramente me he pasado con el número, pero es muy probable que durante estas fechas hayas tenido o vas a tener, doscientas mil cenas (según los sindicatos) o dos meriendas (según la Delegación del Gobierno), con amigos, compañeros de trabajo, de la Universidad, la selección de petanca, el grupo de Degustadores de Gin Tonics sin pepino o la Asociación de Gatos Hartos de no cobrar derechos de imagen en Instagram. Cualquier excusa es buena para juntarse una tropa, y pagar una pasta en el restaurante que normalmente tiene menús de 10 euros a diario y al que no irías, con esa misma gente, en  cualquier otra fecha del año. En este post vamos a centrarnos en las dos categorías más numerosas y que me suelen tocar todos los años (y que no falten nunca). Las cenas de empresa y las de los amigos. De empresa suele haber una (para los que tenemos suerte de estar currando), pero de amigos puede haber tantas como en grupos estés metido (los del equipo de fútbol, los antiguos alumn