Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He ...

Una noche en el ejército

Es posible que os suene el título a cualquier película de los Hermanos Marx. Una noche en la Opera, Un día en las Carreras, A mediodía alegría. Esto no era una película, pero salía Leticia Sabater, que también es bastante surrealista.

No voy a ser tan mala persona como los creadores de los Serrano y ya aviso que todo esto que os voy a contar ha sido un sueño. No quiero que os llevéis sorpresas.

El caso es que la otra noche soñé que entraba en el ejército. A unos les da por soñar una serie entera, como al señor Serrano, otros tienen sueños eróticos, incluso con Leticia Sabater, y otros nos metemos al ejército.

Yo, al ejército, imagínate. Que si me dicen que vaya a la izquierda lo tengo que pensar dos veces y voy a la derecha… Que diréis, pues piénsalo una vez y acertarás. Ya lo he probado. Y no funciona.

El caso es que el post de hoy es un sueño. Probablemente entraría en la categoría de pesadilla (que no se muerde la cola). Ahí me tenéis, todo un señor vacunado con las dos dosis (para que sepáis en qué rango de edad me encuentro), en el ejército. In the army now, que dicen los señores de Status Quo. No en cualquier ejército, no, en el suizo. Con sus navajas suizas, y son desayunos… Desayunarán suizos, supongo. 

Probablemente el sueño no duraría más de 5 minutos, pero a mí se me hizo muy largo. Creo que duró tan poco, porque no me dio tiempo ni a probarme el uniforme. Pero sí a pensar mucho durante el sueño. ¿Me van a dejar la cabeza como un kiwi? ¿La visera de la gorra va para adelante o para atrás? ¿Cómo cojones voy a explicarle yo a mi general, o con quien me vaya a pegar los gritos que pegan los militares, que no le entiendo? ¿Que no hablo bien alemán? Bien, es mucho decir para mi nivel actual. Y si fuera alemán normal, todavía, pero es que en Suiza hablan como si estuvieran haciendo gárgaras. ¡Pero gárgaras alemanas!

Mira que es bonita la palabra gárgara, gurgeln en alemán, pero yo seguía preocupado por todo lo que estaba a punto de pasarme. En el sueño, ahí estaba yo, vestido de persona normal (civil en el argot militar), con mi camisa (sin canesú, que no es forma de empezar en el ejército), unos vaqueros, y unas Nike. Que digo yo, que mucho más cómodo que con las botas y los pantalones con mil bolsillos, sí que iba a estar.

Como os iba diciendo, ahí estaba, en algo que parecía un barracón. Un montón de señores (teníamos más años que una banda de loros), mirándonos unos a otros, yo les miraba pensando ¿Qué coño hago yo aquí? ¿A mi edad? Seguramente ellos también lo pensaban, pero no pude preguntárselo, y eso que es muy probable que todos fueran también españoles. Parecíamos el comando Camarón. Ninguno tenía pinta de suizo.

No he visto muchos barracones, pero ese era muy raro. No sólo porque estaba lleno de señores con poca pinta de militares, sino porque había muchas camas. Camas por todas partes. No había ni una sola litera. Aquello era como la casa de los tres ositos, pero como si vivieran cienes de ositos, y las camas con su colchas de ganchillo. Como la cama de una señora de Ciudad Real. Digo Ciudad Real como si hubiera estado alguna vez en la cama de una señora de allí. Es más, creo que no he estado nunca en Ciudad Real. Ni despierto, ni dormido.

Estábamos en el barracón de las camas con colchas de ganchillo y a mí me habían asignado una. Debajo de la cama estaba toda la ropa que se supone llevan los militares suizos. No pude contar la cantidad de pijamas que había. Tiene sentido sabiendo que era un sueño y que suele ser la ropa que más usas para soñar, pero ni rastro de ropa militar.

Aquello me tranquilizó un poco. Era probable que no tuviera que salir al patio a hacer flexiones, ni subirme a los muros (niños, no os subáis a los muros que están muy altos y os podéis caer), ni arrastrarme por los charcos.

Ya tenía mi cama asignada, con su correspondiente colcha, mis pijamas y ahí vino un señor militar para darnos la bienvenida en perfecto español. Diría que con acento gallego incluso. Muy amable, preguntándonos si todo estaba a nuestro gusto, que si necesitábamos una mantita, se la pidiéramos al teniente. Como si yo supiera cómo es un teniente. O un cabo.

La cama era un poco pequeña pensé yo, que estoy acostumbrado a una de 1,80. Claro que yo en casa la tengo que compartir, pero pensé que no era momento de quejarme. Es mejor una para mí solo, aunque sea de 90. No fuera a ser que tuviera que compartirla con otro señor y ya sabemos que un hombre, es un hombre en la cama.

Y entonces es cuando me desperté. También en la cama. En una más grande, sin señores a mi alrededor, lo que me dejó bastante tranquilo. No me hubiera gustado despertarme rodeado de señores del ejército, aunque fueran del mismo bando. Que no es que tenga nada en contra del ejército, ni de los señores que van en pijama. Cada uno es libre de acostarse con quien quiera. Allá cada cual con sus…..

Mejor lo voy dejando y ya os contaré otras cosas. Que soñéis con los angelitos. O angelitas. O con lo que queráis… O podáis



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