Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Julio César vente pa Madrid

Pero vamos a ver Julio César, que has estado a 70 kilómetros de Madrid y no te has pasado ni a decir aquí estoy, ni un “guasap”, ni pasarte a tomar un café o una cerveza, con lo bien que tiran las cañas.

Que igual no eres tú mucho de cervezas, de Whatssap o de salir por la noche. Es posible que tampoco te guste el café, pero estando tan cerquita, no darte una vuelta por Madrid, no está bien por muy Julio César que seas. Tampoco quiero yo provocar un incidente diplomático, pero está feo.

Es posible que no sepáis de qué estoy hablando. Incluso que ni siquiera conozcáis a Julio César. Yo personalmente tampoco, pero ya os adelanto que no estoy hablando de ningún jugador brasileño que no ha querido fichar por algún equipo de Madrid. De hecho, ya hubo un futbolista que se llamaba así en el Real Madrid.

Me estoy refiriendo al emperador Julio César. Que, en aquella época, en los 60 (A.C. antes del Aire Acondicionado), cuando se pasó por España, aún no era emperador, ni pez espada, siquiera. Es probable que cuando estuvo a 70 kilómetros de Madrid, sólo fuera un estudiante italiano de Erasmus levantándole la novia a los hispanos como se viene haciendo desde tiempos inmemoriales. O es posible que ya fuera un magistrado romano con su túnica y sus sandalias sin calcetines. Que los romanos siempre tuvieron buen gusto para vestirse.

Como ha habido muchos emperadores romanos y todos tenían sus sandalias y su túnica (e incluso su canesú), a Julio César le recordaréis por la Guerra de las Galias (nada que ver con Luke Skywalker ni Han Solo), por ser asesinado por uno muy Bruto, por el libro que le dedicó Shakespeare (con todo mi cariño para Julio César por ser un emperador excelente y siempre lo será) y por la película interpretada por Marlon Brando.

El caso es que yo sigo un poco enfadado con este hombre por su desaire a mi ciudad.  Que ya lo sé, que algunos ya estáis un poco hartos de la capital y que se hable siempre de lo mismo, que parece que las cosas sólo pasan allí. Que si ahora llueve, que ahora nieva, todo el día hablando de Madrid….

Y tenéis razón. A mí me cansa también. Y eso que vivo lejos. A más de 70 kilómetros. Pero si estoy cerca, si estoy de viaje y paso por allí, pues me acerco. Algo que no ha hecho el $%/”@?· de Julio César.

Es muy probable que algunos, queriendo meter cizaña, porque estáis en contra de Madrid y no os gusta la libertad, digáis que, en la época de Julio César, Madrid aún no existía. ¡Menuda excusa! ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Que no hubiera ciudad, no exime a un romano, por muy emperador que sea, de pasarse por la capital de Hispania. Que nosotros ya éramos hispanos y muy hispanos. Envidia, es lo que tienen.


Otros, que hay muchos envidiosos, dirán que antes de Cristo en Madrid no había Gran Vía ni ponían el Rey León en los teatros. Algunos incluso dirían que todo aquello era campo. Pero Julio César no sabía lo que se perdía. Ya se lo cuento yo.

Cocido Madrileño

Me podéis convencer de que no había restaurantes todavía, pero bares, ¿Bares? Seguro que sí. Que otra cosa no, pero los madrileños nos volvemos locos con los bares. Y el cocido.  Es probable que aún no se le conociera como madrileño, pero garbanzos y cerdos ya había en esa época. A ver si ahora han inventado los cerdos después de Jesucristo. No se habla en el antiguo testamento del cocido, pero tampoco se mencionan las chuletas de cordero, o los langostinos y estoy seguro de que había. Vas a comparar una pizza que, seguro que es lo que comían en Roma, con un buen cocido…

Bocata de calamares

¿Pasar por Madrid y no comerte un bocadillo de calamares? Lo tuyo no tiene perdón Julio César. Además, que aún no estaba la Plaza Mayor y no pegaban esas clavadas que meten a los guiris. Pero bocadillos y calamares había, y además a la romana, para que no eches de menos la cocina de casa. Y pescado también. Siempre se ha dicho que el mejor pescado está en Madrid. Igual lo más fresco que había entonces eran los patos del Manzanares.

¿Museos?

¡Qué les gusta a los guiris ir de museos por Madrid! ¡Se vuelven locos! Les das a elegir entre salir de fiesta o ir a un museo, y hacen las dos cosas… O una, y es posible que no fueran al museo. Estoy convencido de que Julio César estaría encantado de ver las fuentes de Madrid. ¿Qué no estaban todavía? Pero si son dioses antiguos y ya había por esa época. O me vas a decir que Neptuno y Cibeles no existían.  Iglesias no había, que todo esto es antes de Cristo, pero ya había dioses. Yo siempre he sido un poco más de Neptuno, pero Cibeles también mola.


¿Agua?

Por todos es conocido la calidad del agua de Madrid. A mí me das a elegir entre el agua y un whisky escocés, y me tomo una cerveza. Pero esa es otra historia. Julio César se quedó sin probar el agua. Y eso que no estaba todavía Isabel II y su canal. Seguro que mucho más rica que el agua de acueducto que al final coge sabor a piedra.  ¿Y limpia? Como una patena (¿Qué cojones es una patena?)

La Casa de Campo

¿Qué aún no estaba hecha? Pero si es campo. Todo Madrid era casa de campo. No habían puesto el zoo pero animales siempre ha habido muchos por esa zona. Seguro que había ya osos blancos, negros, blancos y negros, tigres, leones, algún dinosaurio, aunque fuera pequeño que no les afectó tanto el meteorito… Una infinidad de bichos. El parque de atracciones no estaba operativo, pero siempre hay una cuesta por la que tirarse. ¿Veis como había osos blancos y negros?

Hablando de cuestas

Un buen madrileño (y Julio César lo hubiera sido si se hubiera dignado a acercarse a Madrid) no perdona un día en la Sierra. Y no me digáis que no le pilla de paso, que todos los caminos llevan a Roma. El caso es que de Madrid a Navacerrada seguro que había ya una calzada romana. Que eso lo hacían muy bien los romanos. Y lo que se disfruta tirándose uno desde la montaña. Subir, ya es más jodido, pero seguro que a Julio César lo subían a la sillita de la reina, o del emperador. Desventajas también había, como la falta de plásticos (muy listos los romanos, pero no inventaron el plástico), o que las sandalias romanas no eran muy adecuadas para ir por la nieve. De ahí que llegara la moda de los calcetines (calcetinium les llamaban ellos) que los dedos de los pies son muy traicioneros y tienden a coger frío.

Ir a Segovia

¿Qué hay más madrileño que salir de Madrid? ¿E ir a Segovia? A lo mejor Julio César era madrileño y no lo sabía y por eso estaba a 70 kilómetros de Madrid. Ya le estoy viendo delante de un cochinillo y comiendo con las manos. Los romanos eran mucho de comer con las manos. Seguro que estáis pensando en ese sitio tan famoso para comer cochinillo junto al acueducto… Siento deciros que aún no había acueducto. Pasaron otros 100 años más. Es posible que estuviera pensando en construir uno. El cochinillo se hace un poco pesado sin agua fresquita y ya que no estaba en Madrid, tendría que ser de acueducto…

Ya es un poco tarde para convencer al bueno de Julio (creo que ya tenemos confianza para llamarle así) de que vaya a Madrid. Si alguna vez estáis cerca, aunque sea a 70 kilómetros, me avisáis y yo también me acerco y, cuando se pueda, nos tomamos una cerveza juntos, o un vaso de agua fresquita. Siempre con moderación.



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