Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Si todos hablásemos tan raro como ellos

Todavía queda tiempo para que lleguen las elecciones y no hagamos más que ver a señores que hasta ahora no querían salir en los medios (o que salen demasiado, según gustos), en todas las cadenas de Televisión, en radios, periódicos, en tu muro de Facebook, en tu “taimlain” de Twitter… “Ebrigüer” que dicen los que hablan inglés…


Estoy hablando de los políticos. Esos señores que siempre dicen que van a hablar clarito para que se les entienda todo y podamos saber qué dicen, y que llamarán a las cosas como al vino (¿Tinto? ¿Cabernet Sauvignon?) y al pan, y el caso es que no entendemos nada. 


Os imagináis qué pasaría si todos habláramos como ellos. Vamos a intentar poner algunos modelos imitables o eludibles siempre teniendo en cuenta el contexto sociopolítico al que nos queramos referir. ¿Habéis entendido algo? Vamos a los ejemplos.

Entonces, ¿mi hijo sirve para estudiar?

Siempre es difícil decirle a un padre o una madre que su hijo es un leño y que los estudios no son lo suyo (lo digo como si me tocara decirlo cada día). Vamos a imaginárnoslo. “Su hijo, es… ¿cómo decirlo? Su hijo carece de entendimiento en lo que a las asignaturas del curso se refiere. Respecto a sus compañeros de clase, Manolín sufre una evolución inversa y siento decirle que en algunos casos puntuales su estulticia provoca que esté más pendiente de evitar la caída de saliva que de los contenidos curriculares. Les sugiero que le apunten a cursos extraescolares de balompié”. Y entonces es cuando el progenitor o progenitora (bonita palabra, por cierto), mirarán al pedagogo como Homer Simpson en la imagen.  


Los tiernos infantes en su espacio recreativo

Nunca más Pepito el orejas, Juanín el cuatro ojos, o Perico Fanegas. Ya está bien de utilizar motes e insultos que denigran a los compañeros. A partir de ahora serán José el de los pabellones auditivos extremadamente desarrollados, Juan el que se ha visto obligado a utilizar lentes correctoras de alta graduación, o Pedro, el compañero que tienen el infortunio de sufrir de sobrepeso debido a la ingesta de grasas saturadas (mayormente saturadas de bollos y esas mierdas que comen ahora… Porque antes no comíamos cosas de estas ¿no?).


¿Es grave doctor?

Los médicos son propensos a utilizar palabras que no entendemos. Muchas se las inventan para descojonarse de nosotros. ¿Pues no van y ponen nombres de coña a las cosas? Por ejemplo, las trompas de “Farlopio” (que era uno que le gustaba mucho la cocaína) y de Eustaquio (colega de marcha de Farlopio). O el esternocleidomastoideo. ¡No existe! ¿Si hubiera algo así iba a dejar que le llamaran de esa manera? Eso lo hacen para reírse de ti cuando vayas a la consulta. Con lo fácil que es decir.: “Me duele aquí” y te señalas la parte junto a la trompa de Farlopio… O mejor, no.


Se acabaron las carreras de toda la vida

Otros que se inventan palabras raras. Estos son los que te sugieren que hagas ejercicio aeróbico durante un periodo de tiempo superior a los 30 minutos y sigas con una rutina de ejercicios anaeróbicos de gran intensidad para desarrollar los músculos, aderezado con una serie de “crunches” oblicuos, regulares y paralelepípedos. Lo que siempre fue, chaval vete a correr media hora, luego unas pesas y abdominales. Pero claro, si no hablas de forma apropiada te quitan el título de monitor y técnico superior en animación de actividades físico deportivas piedra papel tijera Adolfo Suárez Barajas.


Su billete, gracias

“Amable trabajadora del sector del transporte público. ¿Podría usted expenderme (siempre quise utilizar este verbo) un título que me proporcione acceso al suburbano que se dirige a la Estación de Gran Vía, anteriormente conocida como José Antonio?” (¡Palabrita del niño Jesús que antes se llamaba así!). Me imagino a la taquillera llamando a los de seguridad diciendo que hay un tarao que pregunta por un tal José Antonio en un tranvía.


No hay contrincante de corta estatura

Los deportistas también se han sumado a esta moda de hablar para que no se les entienda. Empezó Butragueño hablando de forma extraña y ahora ya todos igual. Que si el encuentro no finaliza hasta que el juez no decreta su término. Que todos los encuentros son harto complicados, es necesario seguir en esta línea de trabajo que propiciará que al concluir el campeonato podamos alzarnos con la gloria del triunfo… Todo para explicar que están dando patadas a un balón… perdón “puntapieses al esférico”.


¿Los aficionados también?

Se acabó lo de ¡A por ellos! ¡Oé! Cántico refinado donde los haya que se ha visto transformado por “¡Persigamos a nuestros contricantes! ¡Tralarí! Vale que habrá que cambiar también la melodía, pero es mucho más enriquecedor. Da igual que Guti o Michel se hayan retirado. Seguirá habiendo cánticos hacia su condición sexual. Algo más sofisticado, pero en el mismo sentido. “Jose Miguel González Martín del Campo (repetir tres veces), siente atracción sexual por personas de su mismo sexo”.  Esta va a necesitar varias horas de ensayo.


Sí, también los entrenadores de fútbol

Antes quiero que veáis a Camacho en un vídeo manipulado por una cadena de televisión.


En realidad lo que le está diciendo el entrenador a su jugador es: “Ahora no es el momento propicio para revisar la posible lesión que probablemente te esté causando un dolor difícilmente soportable. Es importante que lo des todo por tus compañeros y te sugiero que sigas las evoluciones del encuentro por el bien del equipo y, a ser posible, que intentes otorgarnos el tanto de la victoria”.  

Horror en el supermercado

La gente en la compra. Esto se va extendiendo a toda la población. Llegará el día en que solicitemos a nuestro suministrador de aves de corral algo como: “¿Me haría el favor de proporcionarme dos docenas de extremidades superiores de ave gallinácea y si fuera posible trocearlas a modo de facilitar la ingesta del producto? Mis vástagos adoran este manjar los fines de semana mientras consumen películas de los célebres estudios Disney”. Vale, a este señor o señora (que para el caso es lo mismo) igual habría que hacerle tragar las alitas de pollo con huesos incluidos.


¡Camarero!

Algunos camareros ya se han apuntado a la moda de llamar a las cosas por otro nombre. Ya no encuentras en un menú sopa, filete con patatas y natillas. Ahora tardas más en leer la carta del restaurante que en comerte cada plato. Es como la carta a los apóstoles, a los corintios, jónicos, efesios… (creías que iba a decir a los adefesios ¿eh?). Todos son restaurantes fusión. Con-Fusión. Vamos, que hacen lo posible para que no entiendas nada de lo que vas a pedir y además en vez de darte de beber, te riegan las cosas (riega por nosotros, pecadores). Esperas una tortilla a la francesa y te traen una lata de sardinas… Pides un revuelto y te traen un…


Hay infinitud (¿o es infinidez?) de ejemplos como los que os he puesto, pero ya va siendo hora de poner el punto y suspensivo al post que si no, nos van a dar las 12 y la 1 y las 2...


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