Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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El gimnasio I, el retorno
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Probablemente
el título os parezca algo extraño. ¿Cómo va a ser la primera parte y llamarse
el "retonno"? Antes de volver, habrá que haber ido ¿no? Paciencia, que todo tiene
su explicación.
Que
levante la mano el que haya pensado alguna vez en ir al gimnasio. Vale, casi
todos. Y ahora, que levanten la mano los que además, se han informado de la
relación calidad/precio de todos los gimnasios de los alrededores, se han
acercado a alguno, han hablado con la señorita o el señorito de recepción para
que les cuenten las diferentes formas de pago, han visto las instalaciones, se
han convencido, han pagado la matrícula y piensan: “Bueno, ya hemos hecho lo
más difícil. Ya si eso, me acerco otro día”.
Yo
me he llegado a tirar más de 6 meses sin pasarme ni un solo día por el gimnasio
(estos datos son según mis propias fuentes, según las de mi novia, serían
cuatro o cinco años). También he sido de los que llevaba la bolsa de deporte en
el coche en todo momento, para ir directamente a… casa. Hay más de mil excusas
para no hacer deporte (sólo voy a contarte 5. No quiero darte ideas y me hagas
responsable de tu deplorable estado de forma).
Se me ha estropeado el coche
(el gimnasio está a 10 minutos de casa… y eso, si vas reptando y equivocándote
de dirección).
Es que hoy, justo a la hora que
iba a ir, televisan las semifinales de los campeonatos interestatales para
mayores de 70 años de petanca tailandesa.
Parece que me duele la
garganta. Sólo lo parece… no te duele y
no te ha dolido desde hace más de 20 años. O también tenemos la versión
rodilla. He debido hacer un movimiento extraño y me molesta un poco (has hecho
el movimiento Sharon Stone y te has roto el menisco, ¿no te jode?)
Hace un poco de frío… o de
calor, o de sol, o de lluvia, o de buen tiempo. La meteorología da para muchas
excusas. El gimnasio tiene aire acondicionado y tiene la misma temperatura todo
el año.
Hoy es San Timbanqui (el patrón
de los gimnastas) y seguro que está cerrado.
Pero
vamos a dejarnos de excusas. Ya está bien de estar tirado en el sofá y vamos al
gimnasio. Aquí te dejo los pasos a seguir (válidos tanto si eres primerizo,
como si has repetido más veces que Froilán
en el cole).
Pensar
en ir
Hay tres cosas en las que todos
pensamos (hay más, pero en el blog no suelo hablar de sexo): Ir al gimnasio,
apuntarte a inglés y no robarás (esto no aplica si eres político… lo de robar
me refiero. Pensándolo bien, creo que lo del inglés tampoco. Total, te enseñan
a dar un discurso completo sin tener idea de lo que estás diciendo para quedar…
fatal. También puedes viajar siempre con un traductor, que es lo que hacen la
mayoría de los políticos). Lo de pensar en ir al gimnasio se agudiza después de
navidades y antes del verano, coincidiendo con lo del inglés. Lo del robar cada
vez lo pensamos menos, visto lo visto.
Búsqueda
de motivaciones
Una vez que has decidido que vas
a ir al gimnasio, hay que encontrar las motivaciones. Este paso debería ser anterior al de pensar
en ir, pero los humanos somos así. Primero decidimos que hay que ir a un sitio
y luego lo justificamos. Entre las motivaciones más utilizadas están las
lógicas (es bueno para la salud, me voy a sentir bien, perderé peso, sentiré
menos estrés) y las que de verdad nos llevan a apuntarnos (ya que pago, iré… ¡error!
El pagar no supone asistir, 9 de cada 10 dentistas … y médicos, y carpinteros
te lo podrían confirmar). Hay otros que se apuntan porque creen que pagar la
primera cuota del gimnasio y estar hecho un figurín es todo uno (sin ni
siquiera ir o hacer ejercicio). Los menos, piensan que el gimnasio es como las
playas de Malibú, lleno de macizas corriendo y moviendo sus melenas al viento.
La realidad es que es como… las playas de Malibú (ves a señores y señoras con
exceso de peso, en ropa de deporte y sudando).
Vigilanta
en Malibú. ¿Por qué llevan siempre el bote de detergente en la mano?
Gym
Serafín o Gimnasio Atanasio
Miras el precio, las
instalaciones, dónde está, si tiene parking o se puede dejar el coche cerca (al
gimnasio se va siempre en coche. Da igual que vivas al lado, las fuerzas hay
que dejarlas para cuando estés dentro haciendo ejercicio), el horario… pero lo
que de verdad te hace decidirte es la sonrisa del señorito/a de la recepción.
Vamos a ser serios, la sonrisa te da igual, mientras esté macizo o maciza. Seguro
que piensas que no es así. Por lo menos en mi caso nunca lo he tenido en
cuenta. Yo ni siquiera me había fijado en esa chica de la recepción. Si hombre,
esa morena de ojos verdes, y lunar en la mejilla izquierda y que siempre lleva
minifalda, me enseñó las instalaciones y me informó sobre los precios del
gimnasio al que ahora, lo que son las cosas, me he apuntado.
Tarifas
Deberían poner diferentes
tarifas dependiendo si vas a ir o no, pero claro, siempre que te apuntas al
gimnasio juras por lo más sagrado que vas a ir todos los días y los sábados y
domingos en sesiones de mañana y tarde. Si vas más de 2 días a la semana,
cuentas con todos mis respetos.
A lo que iba. Deberían poner
los nombres de las tarifas como las de los teléfonos. Cada una con su nombre de
animalito. El precio ya que lo decidan ellos (no les voy a dar el trabajo
hecho).
Trucha: Si te encanta todo lo
relacionado con el agua. Lo tuyo es ir un ratito al jacuzzi, disfrutar 5
minutitos en la sauna y darte una ducha… Y hasta la semana que viene.
Bulldog: Básicamente su misión
en el gimnasio es pasar el tiempo babeando. Suele ir a las horas de mayor afluencia
de público para mirar a las jóvenes.
Camaleón: Está apuntado en el
gimnasio, pero nadie le ha visto nunca. Todo un maestro en el camuflaje.
Liebre: Especial para el que
tiene poco tiempo. Un poquito de bici estática, cinta y ducha, todo en menos de
media hora.
Cotorra: Son los que van al
gimnasio a ponerse al día de los temas de actualidad. Para que lo entendáis, son los que no paran
de darle al pico…y ejercicio poquito. (Serán los mismos que vayan al médico
para que les expliquen porque no adelgazan a pesar de estar 2 horas diarias en
el gimnasio).
Cerdo: Son los más peligrosos
para el dueño de un gimnasio. Pagan… y van… y utilizan las instalaciones. Lo
aprovechan todo. ¡Malditos clientes!
Formas
de pago
Puedes pagar al mes, al
trimestre, al semestre y al “docemestre” (el año entero, para que os hagáis una
idea). Lo de pagar un año es jodido, pero así una vez que has pagado, te
obligas a ir (los cojones, da igual que pagues al año, al día, o cuando quieras.
Si no vas a ir, cualquier excusa es buena). En cualquier caso, siempre tienen
ofertas que no podrás rechazar como: “Apúntate ahora y te ahorras la matrícula”,
“paga 10 meses y te regalamos el año
completo”, “trae un amigo y te lo pasarás chupiguay”... Ríete tú de El Padrino.
Las
instalaciones
¿Os acordáis de los gimnasios
de los colegios? Tenían unas espalderas (¿para qué cojones servirían?), un
potro, el trampolín, bancos suecos (mucho más humildes que los bancos suizos y además no puedes meter dinero) y dos colchonetas. Algunos tenían
dos canastas y porterías de balonmano. Y todo para 3000 niños y 2000 niñas
(igual estoy inflando un poco los números).
Ahora los gimnasios tienen
sauna, piscina, sala de musculación, de relajación, baño turco, duchas de agua
fría, de agua caliente, sin agua… Las cintas de correr parecen máquinas de los
recreativos. Tienen tele y radio, te miden las pulsaciones, las calorías, el
azúcar, la sacarina, te dicen hasta cómo se llama la madre que te parió. Las bicis tienen
una pantalla con un circuito de mentira para que te hagas idea de que vas por
un marco incomparable… ¿Y? Si
también tienes que dar pedales. ¿Pagas una pasta y si quieres adelgazar te
tienes que seguir moviendo? Con las pesas se ha evolucionado poco, las han
puesto de colores, pero levantarlas sigue costando un huevo.
Los
vestuarios
Normalmente es lo último que te
enseñan, y tienes que entrar tú solito. La morena de ojos verdes no está por la
labor de entrar contigo. Y allí tienes las taquillas (como en los coles
americanos), las duchas (en las que siempre hay una que no funciona y tiene un
cartel en el que pone “Fuera de servicio, perdonen las molestias” si es un gimnasio caro y “Baya
a la ducha de al lao. Esta no funsiona” si es barato.
Actividades
Ya se va a acercando el final y
es cuando te informan de las actividades. Las clases para aprender a nadar,
para correr en grupo, información sobre los horarios de Yoga, mantenimiento
(¿Quién se apuntará a mantenimiento? Todo el mundo quiere estar mejor, no
igual) Pilates (nada que ver con Poncio), Judo, Taekwondo, spinning, Sporting,
relaxing cup of..., Fucking (esto no entra en todos los gimnasios).
Ruegos
y preguntas
El amable señorito o señorita te
ha informado de todo. Te recuerda las distintas actividades, el horario de
apertura y cierre. Te entrega un papelito con todos los datos, formas de pago,
diferentes tarifas, actividades, horarios… Te ofrece un folleto con fotos del
gimnasio, el nombre de los monitores, el horario… ¿Alguna pregunta? Y ahí vas tú, sin que se te ocurra nada que
preguntar. Pero es superior a ti y tienes que hacer alguna pregunta. ¿Cuál es
el horario? Qué le vamos a hacer, así somos los humanos.
Despedida
y cierre
Ya has elegido la tarifa, el
modo de pago, el horario (lo volverás a preguntar y seguro que te decides a ir
el domingo a las 9 de la noche… cierran a las 8 los festivos). En ese mismo
momento es cuando pones a Dios por testigo, que jamás faltarás al gimnasio, y
con el mismo dolor que Escarlata O’Hara, efectúas el pago.
Pues
ya has realizado todos los pasos. Sólo queda empezar a hacer deporte. Ya me pasaré la semana que viene por el mismo
sitio y os cuento la segunda parte de El Gimnasio y la gente que te puedes
encontrar.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
Oscar, Goya y otros señores que dan premios a los peliculeros El otro día estuve viendo (ya, ya sé que esta es la típica forma de empezar un monólogo, pero es que así fue) la gala de los Goya y me detuví (¿O se dice detenguí?) a pensar. No me pasa muchas veces. Lo de detenerme sí, me refiero a lo de pensar. Y pensé que todas estas galas, los Goya, Oscars y todos estos señores que se dedican a dar premios, son muy similares, por no decir parecidas (o como se diga). Sale una señora, o un señor, a presentar la gala. Y canta, y baila, y cuenta chistes, y sonríe, y habla con el público y se mete con las autoridades competentes y otra vez a sonreír. Y volver a presentar a gente que entrega los premios al mejor guion, a la mejor actriz, la mejor iluminación, y la música más original, a la música menos original y así hasta que eligen la mejor película. Todo ello votado por los señores de una Academia. Y cada vez es una academia distinta. Y son academias que no conoce nadie, ni siqui
Muy bueno tío. Ya estoy deseando el próximo: "El gimnasio II, the beginning" :-DD
ResponderEliminarGracias Patri!!
Eliminar¡Lo has "clavao", Javier! Espero "Gimnasio II" con impaciencia...
ResponderEliminarBesotes,
Isabel
Gracias Isabel!!!!
EliminarEl miércoles tienes la segunda parte.
Besos
Gracias Isabel!!!!
EliminarEl miércoles tienes la segunda parte.
Besos