Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

El gimnasio I, el retorno

Probablemente el título os parezca algo extraño. ¿Cómo va a ser la primera parte y llamarse el "retonno"? Antes de volver, habrá que haber ido ¿no? Paciencia, que todo tiene su explicación.

Que levante la mano el que haya pensado alguna vez en ir al gimnasio. Vale, casi todos. Y ahora, que levanten la mano los que además, se han informado de la relación calidad/precio de todos los gimnasios de los alrededores, se han acercado a alguno, han hablado con la señorita o el señorito de recepción para que les cuenten las diferentes formas de pago, han visto las instalaciones, se han convencido, han pagado la matrícula y piensan: “Bueno, ya hemos hecho lo más difícil. Ya si eso, me acerco otro día”. 



Yo me he llegado a tirar más de 6 meses sin pasarme ni un solo día por el gimnasio (estos datos son según mis propias fuentes, según las de mi novia, serían cuatro o cinco años). También he sido de los que llevaba la bolsa de deporte en el coche en todo momento, para ir directamente a… casa. Hay más de mil excusas para no hacer deporte (sólo voy a contarte 5. No quiero darte ideas y me hagas responsable de tu deplorable estado de forma).  
  • Se me ha estropeado el coche (el gimnasio está a 10 minutos de casa… y eso, si vas reptando y equivocándote de dirección).
  • Es que hoy, justo a la hora que iba a ir, televisan las semifinales de los campeonatos interestatales para mayores de 70 años de petanca tailandesa.
  • Parece que me duele la garganta.  Sólo lo parece… no te duele y no te ha dolido desde hace más de 20 años. O también tenemos la versión rodilla. He debido hacer un movimiento extraño y me molesta un poco (has hecho el movimiento Sharon Stone y te has roto el menisco, ¿no te jode?)
    • Hace un poco de frío… o de calor, o de sol, o de lluvia, o de buen tiempo. La meteorología da para muchas excusas. El gimnasio tiene aire acondicionado y tiene la misma temperatura todo el año.  
    • Hoy es San Timbanqui (el patrón de los gimnastas) y seguro que está cerrado.  
    Pero vamos a dejarnos de excusas. Ya está bien de estar tirado en el sofá y vamos al gimnasio. Aquí te dejo los pasos a seguir (válidos tanto si eres primerizo, como si has repetido más veces que Froilán en el cole).


    Pensar en ir
    Hay tres cosas en las que todos pensamos (hay más, pero en el blog no suelo hablar de sexo): Ir al gimnasio, apuntarte a inglés y no robarás (esto no aplica si eres político… lo de robar me refiero. Pensándolo bien, creo que lo del inglés tampoco. Total, te enseñan a dar un discurso completo sin tener idea de lo que estás diciendo para quedar… fatal. También puedes viajar siempre con un traductor, que es lo que hacen la mayoría de los políticos). Lo de pensar en ir al gimnasio se agudiza después de navidades y antes del verano, coincidiendo con lo del inglés. Lo del robar cada vez lo pensamos menos, visto lo visto.


    Búsqueda de motivaciones
    Una vez que has decidido que vas a ir al gimnasio, hay que encontrar las motivaciones. Este paso debería ser anterior al de pensar en ir, pero los humanos somos así. Primero decidimos que hay que ir a un sitio y luego lo justificamos. 

    Entre las motivaciones más utilizadas están las lógicas (es bueno para la salud, me voy a sentir bien, perderé peso, sentiré menos estrés) y las que de verdad nos llevan a apuntarnos (ya que pago, iré… ¡error! El pagar no supone asistir, 9 de cada 10 dentistas … y médicos, y carpinteros te lo podrían confirmar). Hay otros que se apuntan porque creen que pagar la primera cuota del gimnasio y estar hecho un figurín es todo uno (sin ni siquiera ir o hacer ejercicio). Los menos, piensan que el gimnasio es como las playas de Malibú, lleno de macizas corriendo y moviendo sus melenas al viento. La realidad es que es como… las playas de Malibú (ves a señores y señoras con exceso de peso, en ropa de deporte y sudando).


    Vigilanta en Malibú. ¿Por qué llevan siempre el bote de detergente en la mano?

    Gym Serafín o Gimnasio Atanasio
    Miras el precio, las instalaciones, dónde está, si tiene parking o se puede dejar el coche cerca (al gimnasio se va siempre en coche. Da igual que vivas al lado, las fuerzas hay que dejarlas para cuando estés dentro haciendo ejercicio), el horario… pero lo que de verdad te hace decidirte es la sonrisa del señorito/a de la recepción. Vamos a ser serios, la sonrisa te da igual, mientras esté macizo o maciza. Seguro que piensas que no es así. Por lo menos en mi caso nunca lo he tenido en cuenta. Yo ni siquiera me había fijado en esa chica de la recepción. Si hombre, esa morena de ojos verdes, y lunar en la mejilla izquierda y que siempre lleva minifalda, me enseñó las instalaciones y me informó sobre los precios del gimnasio al que ahora, lo que son las cosas, me he apuntado.

    Tarifas
    Deberían poner diferentes tarifas dependiendo si vas a ir o no, pero claro, siempre que te apuntas al gimnasio juras por lo más sagrado que vas a ir todos los días y los sábados y domingos en sesiones de mañana y tarde. Si vas más de 2 días a la semana, cuentas con todos mis respetos.

    A lo que iba. Deberían poner los nombres de las tarifas como las de los teléfonos. Cada una con su nombre de animalito. El precio ya que lo decidan ellos (no les voy a dar el trabajo hecho).

    Trucha: Si te encanta todo lo relacionado con el agua. Lo tuyo es ir un ratito al jacuzzi, disfrutar 5 minutitos en la sauna y darte una ducha… Y hasta la semana que viene.

    Bulldog: Básicamente su misión en el gimnasio es pasar el tiempo babeando. Suele ir a las horas de mayor afluencia de público para mirar a las jóvenes.

    Camaleón: Está apuntado en el gimnasio, pero nadie le ha visto nunca. Todo un maestro en el camuflaje.

    Liebre: Especial para el que tiene poco tiempo. Un poquito de bici estática, cinta y ducha, todo en menos de media hora.

    Cotorra: Son los que van al gimnasio a ponerse al día de los temas de actualidad.  Para que lo entendáis, son los que no paran de darle al pico…y ejercicio poquito. (Serán los mismos que vayan al médico para que les expliquen porque no adelgazan a pesar de estar 2 horas diarias en el gimnasio).

    Cerdo: Son los más peligrosos para el dueño de un gimnasio. Pagan… y van… y utilizan las instalaciones. Lo aprovechan todo. ¡Malditos clientes!


    Formas de pago
    Puedes pagar al mes, al trimestre, al semestre y al “docemestre” (el año entero, para que os hagáis una idea). Lo de pagar un año es jodido, pero así una vez que has pagado, te obligas a ir (los cojones, da igual que pagues al año, al día, o cuando quieras. Si no vas a ir, cualquier excusa es buena). En cualquier caso, siempre tienen ofertas que no podrás rechazar como: “Apúntate ahora y te ahorras la matrícula”, “paga 10 meses y te regalamos  el año completo”, “trae un amigo y te lo pasarás chupiguay”... Ríete tú de El Padrino.


    Las instalaciones
    ¿Os acordáis de los gimnasios de los colegios? Tenían unas espalderas (¿para qué cojones servirían?), un potro, el trampolín, bancos suecos (mucho más humildes que los bancos suizos y además no puedes meter dinero) y dos colchonetas. Algunos tenían dos canastas y porterías de balonmano. Y todo para 3000 niños y 2000 niñas (igual estoy inflando un poco los números).



    Ahora los gimnasios tienen sauna, piscina, sala de musculación, de relajación, baño turco, duchas de agua fría, de agua caliente, sin agua… Las cintas de correr parecen máquinas de los recreativos. Tienen tele y radio, te miden las pulsaciones, las calorías, el azúcar, la sacarina, te dicen hasta cómo se llama la madre que te parió. Las bicis tienen una pantalla con un circuito de mentira para que te hagas idea de que vas por un marco incomparable…  ¿Y?  Si también tienes que dar pedales. ¿Pagas una pasta y si quieres adelgazar te tienes que seguir moviendo? Con las pesas se ha evolucionado poco, las han puesto de colores, pero levantarlas sigue costando un huevo.


    Los vestuarios
    Normalmente es lo último que te enseñan, y tienes que entrar tú solito. La morena de ojos verdes no está por la labor de entrar contigo. Y allí tienes las taquillas (como en los coles americanos), las duchas (en las que siempre hay una que no funciona y tiene un cartel en el que pone “Fuera de servicio, perdonen las molestias” si es un gimnasio caro y “Baya a la ducha de al lao. Esta no funsiona” si es barato.


    Actividades
    Ya se va a acercando el final y es cuando te informan de las actividades. Las clases para aprender a nadar, para correr en grupo, información sobre los horarios de Yoga, mantenimiento (¿Quién se apuntará a mantenimiento? Todo el mundo quiere estar mejor, no igual) Pilates (nada que ver con Poncio), Judo, Taekwondo, spinning, Sporting, relaxing cup of..., Fucking (esto no entra en todos los gimnasios).

    Ruegos y preguntas
    El amable señorito o señorita te ha informado de todo. Te recuerda las distintas actividades, el horario de apertura y cierre. Te entrega un papelito con todos los datos, formas de pago, diferentes tarifas, actividades, horarios… Te ofrece un folleto con fotos del gimnasio, el nombre de los monitores, el horario… ¿Alguna pregunta?  Y ahí vas tú, sin que se te ocurra nada que preguntar. Pero es superior a ti y tienes que hacer alguna pregunta. ¿Cuál es el horario? Qué le vamos a hacer, así somos los humanos.

    Despedida y cierre
    Ya has elegido la tarifa, el modo de pago, el horario (lo volverás a preguntar y seguro que te decides a ir el domingo a las 9 de la noche… cierran a las 8 los festivos). En ese mismo momento es cuando pones a Dios por testigo, que jamás faltarás al gimnasio, y con el mismo dolor que Escarlata O’Hara, efectúas el pago.


    Pues ya has realizado todos los pasos. Sólo queda empezar a hacer deporte.  Ya me pasaré la semana que viene por el mismo sitio y os cuento la segunda parte de El Gimnasio y la gente que te puedes encontrar. 

    Comentarios

    1. Muy bueno tío. Ya estoy deseando el próximo: "El gimnasio II, the beginning" :-DD

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    2. ¡Lo has "clavao", Javier! Espero "Gimnasio II" con impaciencia...
      Besotes,
      Isabel

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      Respuestas
      1. Gracias Isabel!!!!

        El miércoles tienes la segunda parte.

        Besos

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      2. Gracias Isabel!!!!

        El miércoles tienes la segunda parte.

        Besos

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