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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

La señora del ascensor

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La señora del ascensor podría ser el título de una película sobre una señora que va en un ascensor. No me vengáis ahora con que no queréis spoilers. Sería una película corta. Aunque tuviera muchos pisos para subir o bajar no da para un largometraje. Incluso con flashbacks (lo de ir para atrás) y flash forwards (ir “palante”) y cuentes la vida de la señora, del ascensor y de la madre que los parió a todos. También valdría para título de un cuadro. Óleo sobre lienzo, acrílico, 100 por 100 algodón, acuarela, tinta china, bolígrafo bic naranja que escribe fino. Quizá podría ser el nombre de una obra de teatro sobre gente que sube en ascensores. O que baja, que los ascensores también van para abajo. Y a veces, mucho más deprisa. Para título de libro ya no estoy tan seguro. Si no lo han escrito ya… El caso es que una de mis películas favoritas trata sobre una chica que trabaja en un ascensor. Subiendo y bajando gente. En realidad, ella sólo apretaba los botones. Que parecía muy fáci

El dibujitos, la secretos y el flipao

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¿Te imaginas que Miguel Angel, Mata Hari y Bruce Lee hubieran o hubiesen nacido en España? Pues en sus pueblos, o en el barrio, serían el pinturitas, la matarile o el chino de los saltos. Dicho con todo el respeto, por supuesto.   Y no sería nada personal. No es por envidia ni por machacar a nadie en particular. Puede ser que tengas un mote mejor o peor, que te guste más o menos. Pero nadie se libra a todos nos llega esta señora, como a los cerdos…   Hoy vamos a hablar de los apodos, que como todo el mundo sabe (o casi todo el mundo… o me lo estoy inventando ahora mismo), viene del latín, aputear. También se les conoce como motes, que viene de una vieja leyenda hebrea, en la que se mencionaba, un mote, dos motes, y ya sabéis cómo termina la rima. Orígenes Unos heredan fortuna (o Ducados, el caso es que sea una marca de tabaco), una casa, las deudas del padre, o del hijo, el apellido y es posible que también les toquen más cosas en la herencia. Si la familia ya tiene un

Espejito, espejito mágico

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¿Sabías cuantas veces nos miramos al espejo? Yo tampoco. Pero si dijéramos que más de 3, ya estaríamos acertando. Cada vez que nos limpiamos los dientes, como si no supiéramos que están en la boca. Cuando te peinas. Al hacerte un “seflie” (cuidadito con lo que se refleja en el espejo). Hoy voy a dar a los espejos la importancia que se merecen. Y nada mejor que dejarles a ellos mismos que nos cuenten sus problemas. Demos paso a algunos de sus  representantes. Con ustedes los portavoces de la JODE (Junta Organizada de Espejos). El espejito del bolso ¡Qué mal nos ha tratado la vida moderna! Qué tiempos aquellos en los que siempre estábamos en el bolso junto a nuestro amigo el cepillo, un bolígrafo bic cristal que escribe normal, la agenda, la crema de manos, las gafas de sol, un chihuahua… ¿Y ahora? Ahora todo el día con el móvil, mirándoos en esa pantalla en la que salís muy malamente, trá, trá y nos habéis olvidado. Ya nos necesitaréis, ya… Espejos de gimnasio Mañana,