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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Y tú ¿De qué te ríes?

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Dicho así, parece más una amenaza que una pregunta.  Los malotes cuando tenían ganas de liarla, no tenían más que decir esta frase para buscar una excusa para empezar la pelea.  No había una fórmula perfecta para evitar que te dieran un viaje, pero lo mejor era decir. “¿Yoooo? (con la O más larga que pudieras), de nada”.  Y si había suerte, te librabas. Ya estamos como siempre, me lío y no voy a lo que iba.  La pregunta es literal.  No todos nos reímos de lo mismo, y a veces lo que te ha hecho mucha gracia, en situaciones o condiciones distintas, ya no te hace ni puta gracia. Seguramente el señor que se peina con petardos, el tal Punset, tiene una teoría mucho más elaborada que la mía, pero cada uno se ríe de lo que le da la gana y en ocasiones, ni siquiera puedes decidir cuándo te ríes, simplemente, te descojonas (y no me refiero a cuando tomas “droga porro” u otras sustancias relacionadas con la “drogaina”). Como decía Rosendo hay muchas Maneras de Reír (¿o no era así la ca

Aquellos maravillosos años

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¿Por qué vuelvo a hablar del pasado?  Como mi abuela era gallega, voy a responder haciendo otra pregunta  ¿De verdad pensáis que es mejor hablar del presente?  ¿O del futuro?  Ya lo decía Antonio Molina: “El futuro es muy oscuro, el futuro es muy oscuro, aaaaaayyyy”.  Gran cantante, mejor persona (es una frase hecha, ni idea de cómo era) y fábrica de hacer hijos todos iguales. Por cierto, siempre me he preguntado a qué se refiere con lo del señor más  “desigente”.  Dentro vídeo. Pues, otra vez voy a hablar del pasado, que me parece más divertido. De aquellos años en los que pasaba el día en la calle y en el cole.  Un patio del colegio, que a juzgar por la cantidad de niños que éramos, los 20 partidos de fútbol que se jugaban al mismo tiempo, los tres partidos de baloncesto, las 1500 niñas jugando a la comba (igual aquí me está saliendo la vena andaluza y estoy siendo un poco “desagerao”), los dos partidos de beisbol, y el niño solitario con el bocata de “chope”, debía med

¿Ese señor era el jefe de los dibujos?

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Hace unos días en la ofi, más exactamente en una de las pausas para echar un cigarrito, hablaba con mis compañeros de pitillos sobre las series de dibujos animados.  Sus recuerdos, sin reposiciones, se remontaban (jodó cuanta R para una misma frase, como para que la lea Federico Jiménez los Santos), a Campeones.  A mí me pillaba un poco mayor y no estaba para aguantar 30 capítulos para acercarse a la portería.  Para eso soy socio del Atleti y lo sufro todos los domingos. A lo que iba, que me disperso.  Les contaba que cuando era pequeño y murió Carrero Blanco, vicepresidente del gobierno hasta 1973, ya disfrutando de las vacaciones de Navidad, nos dejaron sin dibujos animados (así se llamaban entonces). Yo, con 5 años, no entendía que tenía que ver la muerte de un señor, con los dibujos animados. La única razón que se me ocurría es que fuera el jefe de los dibujos y que claro, como ya no estaba, pues se habían acabado.  ¿Quién se iba a poner a dibujar ahora al Pato Donald y a “Mick

Ningún niño sin saber nadar

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Si os suena esta imagen, es que sois al menos tan viejunos como yo.  En el póster podéis ver el escudo que se llevaba por aquella época.  Estamos hablando de 1976. Todos teníamos pegatinas (esta palabra también es viejuna) para poner en la bolsa de natación (con nuestro bocata de Nocilla y el bañador de repuesto) y en las carpetas del cole junto a las fotos en blanco y negro recortadas del As de Leivinha y Pereira (en mi caso), mis dos ídolos de la infancia.  Por aquellos años, mi madre nos llevaba a mi hermana y a mí a la piscina del Colegio San Viator para aprender a nadar.  Ahora, ya sé ir solito y no hace falta que me acompañe mi madre… más que para ir al dentista.  Imagen de  http://www.todocoleccion.net/ Sí, amiguitos, me ha dado por la natación. Me pego alguna paliza que otra en la piscina de Alcobendas y allí hay gente “pa tó”. Lo primero que te llama la atención es que hay en cada una de las calles de la piscina (esas líneas pintadas en el suelo que además está

Yo también corrí detrás de los grises

Muchos pensaréis que me equivocado y que la frase es correr delante de los grises y no detrás. Suelo confundir izquierda y derecha, no sólo en las direcciones, también me pasa en política y cada vez más, pero no confundo delante y detrás, a menos que sea en inglés, y el pollo es casi siempre mayúsculo entre before y after. Otros podéis creer que soy tan viejuno que llegué a hacer footing (que palabra tan horrible) con aquel cuerpo de policía tan simpático que se creó en la época de Franco tras la guerra civil y que fue sustituida por la Policía Nacional en 1978 (como molas, Wikipedia :-) ) y siempre iba el último en las carreras de entrenamiento.  Algunos,  de todo hay en la viña del señor, diréis: “¿Grises? Seguro que era un grupo yeyé que iban de teloneros de los Pekenikes”. Para que véais que me documento, hasta para escribir chorradas, también he visto que se llama grises a los extraterrestres de Rosswell y Zetas reticulianos (que también hay etiquetas para los marcianos).