Blog de Javier Merchán. Ríete tú de las fake news de Donald Trump. Me invento todos los contenidos, pero no espero que nadie se los crea.
Escribo sobre cosas importantes sin tomármelas en serio.
¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He
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Hospital y tal
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En el post de hoy vamos a hablar de esos momentos tan entrañables que pasamos en los hospitales.
Entrañable viene de entraña, pero ya llegaremos allí más adelante. El caso es que estos días estoy por España porque tenemos a mi tío enfermo. Digo tenemos porque le cuidamos entre muchas personas que le quieren mucho. Os advierto que voy a tener algunos momentos gominola. Algo blanditos, vamos. Pero no demasiado, que hay que guardar la compostura.
Como muchos de los que me leéis no controláis mi árbol genealógico, os pongo en situación. Mi tío Mariano es sacerdote y ha pasado media vida entre España y Ecuador. Es hermano mayor de mi padre y de ahí que le trate con familiaridad y mi hermana y mis primos le llamemos tío. Hay gente que le llama padre, pero esa es otra historia.
Y aprovechando que estos días ando de hospitales, vamos a hablar de algunas cosas que pasan en los hospitales cuando cuidas a un enfermo. Seré breve, porque estas visitas tienen que ser cortitas. Uno de los mandamientos de los hospitales es no ser cansino.
Hablando de cansinismo o cansamiento Estar en un hospital, tanto para el enfermo como para el que se queda con él, es de las cosas más agotadoras del mundo. Un día en el hospital te convalida un maratón y dos días en el desierto a cuarenta grados. Es posible que haga más fresquito en un desierto.
Para el enfermo es muy fácil. El solo tiene que estar ahí en la cama para que le cuiden. Pero nosotros ¿nosotros? Eso sí que es duro, estar en esa silla que es más incómoda que ver una película porno con tus padres.
Momento revival ¿Sabes quién soy? ¿Te acuerdas de mí? Estando estos días lo he oído unas cuantas veces. Llegan familiares, amigos, conocidos, cobradores del frac, conductores de autobús... en fin, que viene mucha gente. Y tanto al enfermo, como a los que estamos allí, nos preguntan estas cosas. Y es muy probable que la respuesta sea: "No, ni puta idea de quién eres. No te he visto en mi vida. Deja de preguntar". Y el enfermo es aún peor, porque en ocasiones está recién despierto, con droja en el colacao, cansado y bastante jodido, y si te ha visto no se acuerda, y sólo quiere acordarse de toda tu ·$%&?!; familia. Pero tú sonríes, y dices con toda la educación que puedes, claro que me acuerdo. ¿Como estás?¿Qué tal tu marido? Y ahí es cuando vuelves a meter la pata, porque su marido ya no está entre nosotros, ni con con tu espíritu.
Hay veces que sí te acuerdas E incluso te da alegría ver a esas personas. Familia que hacía mucho que no veías, amigos comunes... Tienes menos pelo, tienes más canas, ¿Has estado en Turquía¿ (seguimos con el tema pelo :-) has engordado, que guapo estás, ¿ahora llevas gafas? ¿Tienes hijos? Y así haces un repaso de tu vida. Como una entrevista de trabajo, pero sin tener que llevar el curriculum... Eso sí, tienes que sacar el móvil para enseñar cómo es tu mujer, tus hijos, nietos, la comunión de Vicentín, los mejores momentos de la boda del mayor, los estudios del pequeño, y cotillear sobre el resto de la familia.
¿Y tú de quién eres? De primero de educación cuando llegas a un sitio es, inmediatamente después del buenos días por la mañana, buenas tardes cuando es por la tarde y todas estas formalidades, vendría tu introducción. Buenos días, me llamo fulanito y vengo a ver a tal persona. Pero hay gente que empieza por el final y son ellos los que te preguntan quién eres. Quién es tu padre, tu madre, de dónde vienen los niños... Y hay dos opciones, que no os hayáis visto nunca o que, según ellos, tengas que conocerlo por cojones. Y te dan toda clase de explicaciones. Yo soy hija de la abuela de tu padre, que era de Villarriba y se llevaban fatal con los de Villabajo por un problema de tuvieron con el fairy en una fiesta y tú eras muy pequeño y te sentó mal la papilla y vomitaste y tu madre tuvo que cambiarte y te llevo a casa de fulano. ¿No te acuerdas? Pues yo era la vecina del piso de abajo. Te tienes que acordar hombre. Qué memoria. Claro, tantos días en el hospital... Hay una tercera, y es lo que le pasó a mi hermana hace unos días...
Dar el parte
Pasan por el hospital una media de 30 personas diarias. En el caso de mi tío allí ha estado media población de Ecuador, la mitad del clero de Toledo, obispos, arzobispos, prelados, sin prelar, curas rasos, y unos dos millones de familiares. Sin exagerar. O sí. Y les tienes que dar el parte. Le ha subido el azúcar. La sal la tiene bien. Un poco alta la tensión. Va mejorando, progresa adecuadamente. Si, cumple 90 en abril. Sí señora, hoy ha depositado. Si lo que querías preguntar es si ha hecho alguna deposición, la respuesta es que ha depositado. Y te sientes como la mujer del tiempo en el Canal 24 horas, dando las mismas noticias, una y otra vez. Con tu mejor sonrisa.
El cambio de guardia
Cuando llega tu relevo tienes que pasar toda la información a tu compañero de guardia. No hacemos la ceremonia esa de pegar taconazos con una escopeta al hombro, ni giramos a la derecha, ar, o a la izquierda, descansen, rompan filas. Pero sí intercambiamos información. Le han quitado el oxígeno, parece que está mejor, hoy ha dormido muy bien, han pasado los médicos y han dicho que todo va según esperaban... que tampoco sabemos que es lo que esperaban.... Y la comida. Es muy importante contar el menú del día. Eso sí, no incluyen bebidas alcohólicas.
Pelos y señales Hablas sobre temas con gente conocida y desconocida que en situaciones normales nunca harías jamás. "Cuánto ha comido, cuánto ha "descomido y muchas más"... Como la típica frase de Blade Runner: "He visto cosas que jamás creeríais, algo de un Ford Orion y llorar entre la lluvia".
Ya vamos a tener que ir saliendo de la habitación que se está acumulando mucha gente... Os hemos dicho que sólo dos personas al mismo tiempo y aquí ya hay demasiados... Vamos a ir despidiéndonos y ya volveremos otro día más despacito a echar un rato.
Ya os iré contando como evoluciona todo... Buenos días, buenas tardes o buenas noches. Me despido atentamente. No os creáis que me despido sin atender a lo que estoy haciendo.
A veces, cuando me pongo a pensar sobre qué escribir en el blog, se me ocurren muchas cosas. Luego me doy cuenta de que alguien ya ha escrito sobre ello, y el cabrón o cabrona lo ha hecho mejor. Otras veces tengo una idea y cuando llevo un buen rato escribiendo, me digo “pero si de esto ya he hecho un post”. Y otras veces, directamente no pienso. Esta vez voy a escribir sobre cosas que ya se han escrito. Pero vamos a hacerlo de otra manera. Y os explico por qué. Pues “resultadeque” estaba leyendo una crítica de una película y no terminé de entender si me estaban recomendando verla, si era muy mala, o me comprara un Opel Corsa. No comprendí nada. Yo creo que los críticos de cine, como escriben a oscuras en la sala de cine, pues luego no entienden lo que han puesto y tienen que inventar, y de ahí lo de “la levedad inescrutable del personaje tiene connotaciones que nos recuerdan el sufrimiento crónico de la sociedad en un ambiente que recela de todo…” Y ahí estás tú l
Esta semana no me voy a meter con las cosas religiosas, a pesar del título (y de que a veces te ponen las cosas a huevo). Aunque los que pintan algo en la iglesia (no me refiero a la señora que hizo el garabato en Borja), se metan en las cosas de los demás, no lo voy a hacer yo. No hagas a los demás que te hagan como yo quiero al prójimo… (Creo que es algo parecido, pero es que ese día me cambié a Ética y me perdí la clase de “Reli”). Esta semana os quería hablar sobre los nombres. Pero no el nombre del padre o del hijo (de verdad que hay nombres de hijos que son para matar al padre y para que le dé un ataque al Espíritu Santo. No tenéis más que pensar en algún Kevin Costner de Jesús, “Yosuas” y Samantas). Hablaremos de los nombres comunes. Hay padres hijos de… Porque vamos a ver ¿Quién pone el nombre de las cosas? A los animales, a las flores, a las ciudades… ¿Dónde está el responsable? ¿Con quién hay que hablar para que se ponga orden? ¿Y qué es este sindiós de
Oscar, Goya y otros señores que dan premios a los peliculeros El otro día estuve viendo (ya, ya sé que esta es la típica forma de empezar un monólogo, pero es que así fue) la gala de los Goya y me detuví (¿O se dice detenguí?) a pensar. No me pasa muchas veces. Lo de detenerme sí, me refiero a lo de pensar. Y pensé que todas estas galas, los Goya, Oscars y todos estos señores que se dedican a dar premios, son muy similares, por no decir parecidas (o como se diga). Sale una señora, o un señor, a presentar la gala. Y canta, y baila, y cuenta chistes, y sonríe, y habla con el público y se mete con las autoridades competentes y otra vez a sonreír. Y volver a presentar a gente que entrega los premios al mejor guion, a la mejor actriz, la mejor iluminación, y la música más original, a la música menos original y así hasta que eligen la mejor película. Todo ello votado por los señores de una Academia. Y cada vez es una academia distinta. Y son academias que no conoce nadie, ni siqui
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