Pues parece ser que el otro día os gustó el tema de las críticas de cine y
estaba yo dudando entre contar cosas sobre la peli de un señor que se dejaron
olvidado en Marte (que ya está lejos para dejarse a nadie) o la última de Pon,
Chim Pon.
Y he hecho una votación ante un notario (elegido al “azahar”), y sin que se
diera cuenta él (el notario, para no tener que pagarle nada), y ha salido que
voy a escribir sobre las películas de Bond, James Bond. Los marcianos tendrán
que esperar un poco.
Vamos con cosas de espías:
¿Cómo decías que te llamabas?
Lo de presentarte empezando por el apellido tiene su gracia. Y tienes
suerte de tener un apellido corto. ¿Os imagináis si fuera del País Vasco? Me
llamo Iruretagoyena, Iñaki Iruretagoyena, y a la segunda vez que se presente ya
tienen que ir preparando el cartel de The End (que significa Sea cabó). Que sea
un nombre en inglés ayuda bastante. Jaime Bono no tendría tanto tirón… Eso sí,
le puedes hacer una transfusión de pelo y a espiar por el mundo.
Pero si antes no era rubio
Las cosas de los espías. Que pueden caracterizarse para que no les
reconozcan. Os voy a contar un secreto. Es siempre el mismo. Es Sean Connery disfrazao y con 180 años. Hasta las
películas en las que todavía no sabíamos que iba a ser Sean Connery, ya era él.
Y le hacen más bajito, le quitan pelo, cambia el acento. Lo que viene siendo un
actor camane…, calamino…, camelonoi… Que cambia de la hostia, ¡vamos!
007. ¿Y los de antes?
Si eres 00, tienes dos opciones. O vas por ahí espiando y con licencia para
matar o eres una cerveza sin alcohol. Y como estamos hablando del 007, no
podemos olvidarnos de los 6 de antes. Yo personalmente no les conozco, y es que
también son más listos que el hambre y se camuflan. Puede que ahora mismo estén
en el Mercadona haciendo la compra (todos a la vez llamarían la atención). De
todas maneras, si ves a un señor con una gabardina y un periódico con agujeros
a la altura de los ojos, es muy probable que sea un guarro de los que se sacan
la chorra y regale drojas a la puerta de un colegio, o un agente secreto. En
cualquier caso, no te fíes de ellos.
Cuéntenos algo más de su vida
privada
Que tiene 180 años, está en forma, y es inglés, lo sabemos todos. También
que le gusta ir trajeado. Siempre he pensado que iría mucho más cómodo en
chándal para los brincos y peleas en los que se mete. Gay, lo que se dice gay,
no parece que sea. Que oye, cada cual haga lo que quiera, pero tiene pinta de
que le atraen las señoras que están cañón (madre mía, me ha poseído el espíritu
de Jose Luis López Vázquez). Es un truhán y un señor. Lo del vino, tampoco lo
tengo muy claro, es más de bebidas modernas. Los jefes le obligaron a dejar de fumar
hace unos años. No se puede ir espiando y dejando olor a tabaco por ahí. Y
además al precio que se ha puesto el tabaco en Inglaterra, no le daba el
sueldo.
Formación académica
James no fue un alumno ejemplar. Eso de estar quieto en un sitio nunca lo
ha llevado muy bien. Sólo sacaba buenas notas en gimnasia. Su padre, Bond, Trom
Bond (músico de profesión) y su madre Bond, Pepi Lucy Bond (cantante de ópera) decidieron meterle interno en el colegio Nuestra
señora de los Secretos (así, en español para que la gente no sepa que es una
escuela de espías). Fue allí donde aprendió a disparar, pilotar helicópteros (a
las clases de aterrizaje no pudo ir), diseñar explosivos, fumar, pegar hostias
como panes de pueblo (country bread, como lo llaman allí), bailar claqué, tocar
la pandereta (como actividad extraescolar) y todas las cosas que hacen los
espías de las películas.
Cómo se metió a peliculero
Bond apuntaba maneras en las funciones de Navidad. Empezó siendo
pastorcillo, y ya en la primera obra salvaba a la virgen y al niño de ser
secuestrados por Herodes. Nadie quiso ser Herodes en sucesivos años. Una cosa
llevó a la otra y le propusieron hacer cine. Es muy fácil, le dijeron, “sólo tienes que llevar un smoking, arrimar
la cebolleta a todo personaje femenino que se te ponga a tiro y con los malos
puedes hacer lo que se te ocurra. Tienes licencia para hacer lo que quieras.
Cuando parezca que está la cosa muy mala, te salvas con un giro de guion. Ya te
avisamos nosotros cuando hay que girar”. Y así lleva ya 25 películas y más
de 200 millones de puñetazos, entre dados y recibidos.
¿Sentará alguna vez la cabeza?
Pues ya se lo
dice su madre. Que si ya tienes una edad. Que me haría mucha ilusión ser
abuela. Y búscate un trabajo como Dios manda como tu primo Bond, Zum Bond que
le han hecho fijo en Royal Mail. Y búscate una chica limpia. Y no corras con el
coche que vas como loco. Pero James ni caso. Que me dejes mamá, que eres muy
pesada y que yo sé lo que me hago. Que si ya no tienes edad de ir por ahí
pegándote con otros señores mayores. Que cómo me traes los smokings de sucios… El
padre ya lo dejó por imposible hace muchos años.
Seguro que se
nos quedan muchas cosas en el tintero como cuánto cobra el señor Bond.
Pensándolo bien, tampoco es que necesite demasiado. Total, va a todas partes a
gastos pagados, con coche de empresa (nada de Ford Focus o Renault Megane), el
material de oficina (pistolas, bombas, metralletas, lanzagranadas y un boli bic),
la ropa del curro siempre es la misma… Ahora que ya no fuma, sólo tiene gastos
en bebida (aunque siendo británico eso ya es un sueldo). Por mucho que esté al
servicio de Su Majestad, no le van a pagar también los vicios.
Pues la verdad es que en breves instantes voy a hacerme espía, me has convencido, es interesante.
ResponderEliminarMenos mal que me has aclarado lo de que mi adorado Sean tiene 180 años porque como cuando empezó a ser Bond él era jovencito y yo también, siempre he creído que no ir al gimnasio, no embadurnarme de cremas antiedad y no cuidar mi dieta ni mediterránea ni nórdica era la causa de que, hoy por hoy, yo pareciera su madre o casi su abuela. ¡Menudo alivio, Javier!
ResponderEliminarGracias y besos,
Isabel