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Mostrando entradas de febrero, 2017

Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Yo os maldigo, jodíos móviles

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No sé si os acordáis de Charlton Heston en El Planeta de los Simios en la escena final, más cabreao que una mona y “ maldijiendo ” a todos. Pues yo igual, maldigo a los móviles, que tienen la culpa de todo lo que sucede. Antes no había teléfonos inteligentes, ni siquiera un poco listos, y no pasaba lo que está pasando ahora. Si no, cómo os explicáis, que haya llegado Trump a ser Presidente. Pues por los móviles. Y no sólo lo digo yo. También lo dicen los programas de la tele, y los de la radio y en los artículos de revistas y periódicos (por si no lo recuerdas, son esas cosas que venden en las tiendas con hojas… las lechugas, no, lo otro). Pues eso, que lo dice todo el mundo. Todo el día nada más que “de mirar” el móvil y no hacemos otras cosas, no como antes que hacíamos…. por ejemplo… Dejadme pensar y ahora vengo.

Todos somos dependientes, independientemente de quiénes somos

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Ya estamos con los titulares que no hay quién los entienda. Son peores titulares que los de la selección masculina de fútbol de Gibraltar. La verdad es que ellos tienen pocos para elegir, entre señoras, niños, gente ya mayor, los que no les gusta el fútbol y que sean de allí, pues les queda los justos para montar un partido. Encima no pidáis que estén en forma y que sepan jugar bien. Va a ser verdad que son británicos J ¿Por dónde íbamos? ¡Ah! Sí. Por lo de los dependientes que quieren independencia. Vamos a ver si me explico. No me refiero a señores que trabajen en una tienda y quieran ser de otro país. Hoy os quiero hablar de que todo depende. Como decía un gran cantante. Bueno, en realidad, era el de Jarabe de Palo… El caso es que entre las cosas que decía, que tampoco decía muchas, pero las “repetía en repetidas ocasiones” alguna dijo interesante. Que si la flaca y todo le parecía bonito, pero también dijo que depende de qué depende, de según como se mire todo depende. 

Y si los de fuera no fueran tan listos

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El titular no va a pasar a la historia, lo sé. Podría haber utilizado extranjeros en lugar de los de fuera, pero es que es literal, me refiero a todos los de fuera, no sólo de España, sino de la Tierra.  Siempre pensamos que los de fuera son mejores que nosotros. A no ser que estemos hablando de un pueblo, todos sabemos que es fácil engañar a un forastero. O de los de otro barrio. Los del otro barrio son siempre peores, mucho peores. Mira los zombies, que vienen del otro barrio nada más que para comerse a los de éste.  Pero vamos a lo que vamos. Ahora es cuando explico mi teoría. Los extranjeros no son tan listos como creíamos. Y aquí también entran los extraterrestres.

Lo mío es peor y no digo nada

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¿Os acordáis de cuándo éramos pequeños y cualquier herida, por pequeña que fuera, era la peor de todos los tiempos? Daba igual que fuera una rozadura en la rodilla. Que tu amigo se hubiera caído desde un quinto piso y se hubiera roto las piernas o los brazos… ¿Cómo vas a comparar? Lo de la rodilla es mucho peor. Pues de mayores seguimos haciendo lo mismo. No hay peor dolor que el tuyo. De pequeños enseñábamos la rodilla. ¡O mejor! Un dedo. Y si llevaba una tirita, mucho mejor. Así podías ir mostrando el dedo a todo el mundo para que supieran que estabas sufriendo. Que tu dolor era el más doloroso. Y aunque no sabías expresarte, ahí tenías el socorrido “Mía, pupa”. Que no sólo significaba mira que herida tengo. Con esas dos palabras queríamos expresar todo nuestro dolor y solicitar atención. Pues ahora, seguimos poniéndonos tiritas… y eso que sabemos expresarnos.   Ahora es la parte en la que desarrollo mi teoría. Que por supuesto es mucho peor que la tuya. ¡Dónde va