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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Oscar, Goya y otros señores que dan premios a los peliculeros

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Oscar, Goya y otros señores que dan premios a los peliculeros El otro día estuve viendo (ya, ya sé que esta es la típica forma de empezar un monólogo, pero es que así fue) la gala de los Goya y me detuví (¿O se dice detenguí?) a pensar. No me pasa muchas veces. Lo de detenerme sí, me refiero a lo de pensar. Y pensé que todas estas galas, los Goya, Oscars y todos estos señores que se dedican a dar premios, son muy similares, por no decir parecidas (o como se diga). Sale una señora, o un señor, a presentar la gala. Y canta, y baila, y cuenta chistes, y sonríe, y habla con el público y se mete con las autoridades competentes y otra vez a sonreír. Y volver a presentar a gente que entrega los premios al mejor guion, a la mejor actriz, la mejor iluminación,  y la música más original, a la música menos original y así hasta que eligen la mejor película. Todo ello votado por los señores de una Academia. Y cada vez es una academia distinta. Y son academias que no conoce nadie, ni siqui

Mis palabras favoritas. Capítulo II, de la N a la Z

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En el capítulo anterior (léase con voz de locutor de televisión) hablábamos de mis palabras favoritas . Ya sé que es un poco egoísta por mi parte, pero es que si os tengo que ir preguntando uno por uno para elegir las palabras más bonitas, no termino nunca. Fíjate el lío para elegir gobierno, como para llegar a ponernos de acuerdo con las palabras, con todas las que hay. Es entre el Cola Cao y Nesquik y la gente se mata… Pues eso, que me lío y al final no os cuento mis palabras favoritas. Vamos con la segunda ronda de palabras.

Mis palabras favoritas. Capítulo I, de la A a la M.

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¿Tú no tienes palabras favoritas? Yo sí. Muchas. Y no todas me gustan por la misma razón. Unas me hacen gracia (aunque puede que no sean graciosas para nadie más), otras por su sonoridad, porque son onomatopéyicas (ejemplo de palabra bonita), porque se han pasado de moda o las utiliza todo el mundo. Ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito…   o sí. Siempre al límite, voy a escribir sobre gustos, sobre los míos. Tengo que especificar que sólo voy a utilizar palabras en castellano. Hay palabras en otros idiomas que me gustan también… aunque no sepa que significan, ni cómo se pronuncian. Tengo que confesar que hay algunas palabras españolas que he escogido que tampoco sé muy bien lo que significan, ni su etimología, ni su taxidermia… del griego taxi (vehículo con conductor que habla por los codos) y dermia (tener un poco de fresquito… si te pasas de frío se llama hipodermia y mejor que te abrigues). Prometo no abrumaros con muchas palabras, y además os lo divido

Cosas que nunca jamás serán igual, o sí

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Hay cosas que no cambian, o que cambian muy poco, y se suelen llamar inmutables (no confundir con inmultables, que son   personas o cosas a las que no se pueden poner multas… aunque eso tampoco cambia demasiado). También hay personas inmutables. Hagas lo que hagas, da igual lo que les digas, nada no se inmutan. Ni se mueven, ni traspasan, ni nada. Pero hay otras cosas que parece que no cambian, hasta que ya no aguantan más y dicen que hasta aquí hemos llegado. No sabemos dónde está aquí (en este caso… y en otros casos tampoco… Para cada uno, aquí está en un sitio diferente), pero que deciden que ya está bien y cambian.

Estar malito no es estar o cosas que pasan cuando estás enfermito

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Dicen que el cuerpo humano es muy sabio. No sé en qué se basan, pero hay gente muy lista que lo dice y tampoco es plan de empezar el año (por cierto ¡Feliz 2016!) llevando la contraria a la gente. Pues debe ser el cuerpo de los demás, porque lo que es el mío no es muy listo que se diga. ¿Pues no va y se pone malo en vacaciones? En plenas Navidades, cuando más rico está todo, y te pones hasta arriba de turrón, mazapán, y bolitas de anís (como el ratón de Susanita). Y es que estar malito no es estar. Como la canción de Sergio Dalma. Y cuando te encuentras mal se te pone la misma voz que al cantante de canciones musicales. Ronca, muy ronca. Pero no tienes ganas de cantar, ni de bailar pegado, ni despegado, ni ná de ná . Y es que una navidad sin un constipado, una pequeña gripe, una indigestión, resaca o aunque sea un padrastro, no es Navidad. ¿No os habéis fijado que en le tele sólo había anuncios de colonia o de medicinas? Casi todas para gente con la nariz tapada. La coloni