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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Superhéroes: ¿Por qué?

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Nunca me gustaron los superhéroes, ni de pequeño, y ahora que hay mil versiones de películas de Spiderman Returns, Come Back, Here I go again y demás zarandajas (como me gusta esta palabra), cada vez menos.  Llamadme “conspiranóico” pero, bajo mi punto de vista, no existen.  No creáis, que esto lo digo a lo loco y sin datos.  Os voy a dar mis explicaciones, y estas explicaciones que os debo, os las voy a dar (o me paráis o entro en un bucle). Como os iba diciendo, ni siquiera cuando era pequeño, (para algunos de los cabrones que me leen, sí cuando yo era pequeño, ya había imprenta y tebeos  ¿Qué es eso de los comics? En mi época había tebeos), me gustaba ninguno de ellos. Ni Supermán, Batman, Aquaman, “Ale-mán” (estos últimos mucho menos, porque nos ganaban siempre al fútbol). A veces leía a Superlópez, pero éste no vale, y en ocasiones a Mortadelo y Filemón.  Veía a mis primos y a los hermanos mayores de mis amigos muertos de risa con las “tontás” de Mortadelo y yo, en mi tierna

Separados por el mismo idioma

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¿Os habéis parado a pensar cuántas veces os pasa que hablando el mismo idioma y utilizando las mismas palabras, no nos entendemos?   Ya no hablo de no comprender a Michael Robinson (ya me gustaría hablar inglés como él habla español… y ya les gustaría a otros hablar español como lo hace él), ni de las diferencias entre el lenguaje de los hombres y las mujeres y esas discusiones estúpidas por el famoso: “¿Qué te pasa?".  Si un hombre te dice: “Nada” es que seguramente no le pase nada… ni siquiera está pensando, o estará analizando la última alineación de Vicente Del Bosque y el falso nueve (Cuenta la leyenda que hay hombres que no sólo piensan en sexo o fútbol). Pero si lo dice una mujer, échate a temblar.    Esto da para libros y enciclopedias, pero ya hay gente mucho más inteligente que yo que ya ha intentado explicarlo… sin ningún éxito por otra parte.   Me refiero a esas situaciones en las que una misma palabra significa cosas totalmente diferentes en unos países, o en

Desconfía de un hombre sobrio bailando

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Como dice el célebre proverbio que me acabo de inventar (puede ser que lo hayáis oído antes, pero yo no,  para mí es nuevo y como el blog es mío…), no te fíes nunca de un hombre sobrio bailando.   Puede que el bailarín no atente contra tu integridad física, o quizá sí, pero seguro  seguro, que tu vista se verá dañada.   También, puede darse el caso de que el hombre en cuestión sea un profesional, pero de estos no voy a hablar porque no tienen ni puta gracia. Como ya viene siendo habitual en este blog, vamos a proceder a hacer una disección de hombres bailando.  Todos, claro está, bastante perjudicados por las “drojas” y los efectos del alcohol.   ¡Nos vamos de marcha! Es el momento de salir con la basca (sí amigos, todavía hay gente que sigue usando esta expresión) e intentar pillar.  Pillar y baile, no deberían ir juntos en la misma frase, pero generación tras generación, seguimos cometiendo el mismo error.  Hasta la segunda copa está prohibido bailar. Da igual lo

¡Tierra trágame! ó ¡Trágame Tierra!

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¿Cuántas veces habéis querido que se os tragara la tierra? A mí me ha pasado alguna que otra vez.   Afortunadamente, no demasiadas, o al menos (el cerebro es muy sabio), se me han olvidado. Seguro que algún cabrón con pintas (que suelen ser mis mejores amigos), me recuerda alguna. Antes de que lo hagan ellos, les ahorro el trabajo y ya las cuento yo.  Recuerdo una vez estando de vacaciones con amigos en Benidorm (donde el hortera es un señor), hace ya muchos, muchos años, a las tantas de la madrugada (la noche me confunde) me apoyé (en lo que yo creía) la ventanilla de un coche, con la mala suerte de que estaba abierta.   Y con peor suerte, porque el vehículo estaba ocupado por un tío de 2 X 2 que gastaba muy mala hostia.   Entendible (la mala hostia), porque al apoyarme con todo mi peso en una mano, (pesaba algo menos que ahora, no la mano, sino yo todo entero) le metí un galletón en toda la cara al propietario del vehículo.   Lo peor no fue el golpe, sino las risas de los 4 mam

No hay quién se avecine

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Llegó el momento, vuelvo a tener Junta General Ordinaria (también como conocida como la puta reunión de vecinos).  La verdad es que no me gustan nada las series en los que salen los vecinos tipo Aquí se avecina o como quiera que se llamen pero según dicen son divertidas. Creo que las reuniones de vecinos reales, son mucho más divertidas. Yo al menos, me lo paso bien. Si no has ido a ninguna, no sabes lo que te pierdes (PLC, acrónimo de Por los Cojones). Sólo he vivido en dos comunidades, con gente muy distinta, pero con características comunes.  Estoy convencido que en casi todas las reuniones hay el mismo tipo de personal. Como ya escribí en otro post del blog, me encanta diseccionar a los diferentes grupos étnicos.  Voy a volver a intentarlo. El señor administrador Siempre están por encima del bien y del mal, con nombre y dos apellidos, como los árbitros (para que te puedas cagar en su padre y en su madre). Son los señores que convocan las juntas, en primera y segunda co