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Mostrando las entradas etiquetadas como radio

Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Memorias de la Radio

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Ya voy tarde con el día Mundial de la Radio. En mi defensa debo decir que lo de los días mundiales se nos ha ido un poco de las manos. El Día del Medio Ambiente, del ambiente entero, de los enamorados, del jubilado con pareja, de la pareja de la Guardia Civil, del libro, de la radio, del audio libro… No me da la vida con tanto día. Como decían los señores de Radio Futura, yo caí enamorado la moda juvenil. Por cierto, lo de la moda juvenil suena a señor muy mayor. A señor escuchando el transistor con el Carrusel Deportivo intentando enterarse si ese gol que llevan gritando 10 minutos es a favor, en contra, lo ha anulado el VAR o se le están acabando las pilas. Al transistor, no al señor. El caso es que yo os quería contar algunas cosas sobre la radio. Y es que mi infancia son recuerdos de una abuela pegada a su pequeño transistor, a mi madre escuchando y cantando a la Piquer, a la Jurado y a veces a Sabina. Por cierto, canta mejor que Joaquín y casi, casi, como la Piquer. Mi padre

Manuales de instrucciones para hombres

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Siento defraudar a los que esperabais que escribiera un manual de instrucción para saber cómo manejar a los hombres. Realmente tampoco hacen falta muchas instrucciones para eso. Somos muy simples. La mayoría de los hombres no necesitan leer las instrucciones de ningún electrodoméstico. Quizá debería comenzar la frase otra vez. La mayoría de los hombres piensan que no necesitan leer las instrucciones de nada. Ni electrodoméstico, ni un coche, ni un “cobete”, ni nada. Que un tío llega a una nave espacial y da a cuatro botones y aquello comienza a funcionar. Y si no, le damos un par de golpes que así se arregla todo. Para eso somos hombres. A pesar de que estoy seguro de que muchos no lo vais a leer, (de hecho ni siquiera un 0.0001 % de la población masculina leerá este post, lo que refuerza mi teoría), yo por si acaso os voy a contar algunos de los problemas que tenemos los hombres con las instrucciones. Parece mentira que os tenga que instruir.  

La que sigue liando el pollito o siempre hay cosas peores

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En los informativos de todas las cadenas de TV y de radio de todos los países hay una sección sobre Trump. En cada lugar se llamará de una manera, pero yo la llamaré “la que sigue liando el pollito”. A lo mejor en inglés la llaman What the fuck?, Little chicken?, o en francés, “Le petite poulet est tres malade dan la tête”, y en alemán, “Die polliten ist grossen enfermen, notejoden”. La traducción puede que no sea la más correcta. Y es que el señor con el pelo color patito de goma, no para de liarla. Cuando no hace que suba el pan, hace que baje la bolsa, destituye a gente, pone a su hija a currar por él, y al yerno a arreglar el problema de Oriente Medio. Así, en dos patadas, como se arreglan las cosas, sin medias tintas… lo único es que no arregla nada. La última del pollito de California (o de dónde sea este pollo) ha sido que bueno, que sí que hay nazis, pero que los que no son nazis también la lían… que tampoco son muy buenos Y ahí sí que hay que darle la razón, h

El día de la radio… o 10 cosas que no tienen su día

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Hace poco se celebraba el día de la Radio. Así, en general. Sin especificar si hablaban del transistor, de la del coche, del radio-despertador… Y todo el mundo hablando bien de ella. Que si es la mejor compañía (eso es porque no conocen a mis amigos), que si ha estado conmigo en los momentos tristes y felices (en la salud y en la enfermedad), que es la banda sonora de mi vida… Y sin quitar ningún mérito a la radio, que lo tiene, me parece injusto que tenga su propio día. Igual que la tele. Que sí, que son muy importantes. Que forman parte de nuestra vida y se merecen un homenaje. Pero ¿Qué pasa con el resto de cosas? ¿Nadie se acuerda de la lavadora? ¿Y la cama? ¿Qué pasa con la caldera? Ya me gustaría veros tiritando en el salón mientras suenan los Cuarenta Siempre Iguales. Os ibais a acordar de Radi… ator. Vamos a reinvin… rinvidic, redin… ¡cojones! A dar las gracias a esas otras cosas que tenemos en casa y que no valoramos en su justa medida. ¿Preparados? ¿L