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Mostrando las entradas etiquetadas como pizza

Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

Roma, la ciudad en la que te eternizas

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Si alguna vez te has preguntado por qué llaman a Roma la ciudad eterna, ya te lo digo yo, porque te puedes tirar horas esperando. Esperas para ver un monumento, entrar en un museo, hacerte una foto sin que haya otros dos millones de personas con el palo selfie a tu alrededor, comer en un sitio decente, pedir un helado…   Es el precio de la fama, y   la fama cuesta, y aquí es dónde vais a empezar a pagar (una pasta por cierto). Y ahora que ya sabéis lo de la ciudad eterna, la fama y demás zarandajas (qué me gusta la palabra zarandaja… no para ponérsela a una persona, pero por ejemplo a una ensalada, o a una tienda de chuches, o a un pueblo con pocos habitantes), os voy a contar cosas sobre Roma. Sube que te llevo. 

Todos los días deberían ser el día de dar las gracias

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Dentro de poco los estadounidenses celebran el día de dar las gracias. Ellos lo llaman Thanksgiving. Giving es gracias y thanks, de nada (ya verás cómo viene alguien a decirme que estoy equivocado). Es una comida en la que se juntan todos a la mesa a comerse un pavo relleno de más pavo y bendicen la mesa y el pavo y se pasan la mermelada de arándanos y las mazorcas de maíz y se dan abrazos de medio lado. En otros países también somos de dar las gracias, pero no nos comemos un pavo. Y como dicen que es de bien nacidos el ser agradecidos yo voy a dedicar este post a dar las gracias. A cosas y cosos, y personas y personos. Sin tener que hacer sufrir a ningún bicho, ni a un pavo, ni al arándano, ni a los abrazos de medio lado. Vamos a dar las gracias a:

Nicolás y yo. Nicolás es pequeño, peludo, suave...

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No os lo vais a creer, pero me ha llegado una carta de Francisco Nicolás Gómez Iglesias. Una carta de las de verdad. De las que llevan sello y un señor cartero la mete en el buzón. El buzón es eso que se abre con la llave pequeña… Ese sitio en el que siempre hay folletos con comida china y pizza (folletos también, no pienses que te entregan la comida allí), extractos del banco, publicidad y alguna factura de Doña María del Carmen Rodríguez González (siempre se equivocan y lo meten en mi buzón).  Es probable que no sepáis quién es el tal Francisco Nicolás, pero sólo si no vivís en España o sois de otro planeta. En caso de que alguno leáis el blog desde otro país o planeta, en este link podéis saber algo más de él. ¿Qué por qué recibo una carta suya? Pues aquí viene la parte misteriosa. Me pone en conocimiento (sí, es un poco redicho el jovenzuelo) que en el caso de que escribiera en el blog Un Cigarrito y a la Cama sobre él, se verá en la obligación (como si no tuviera m