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Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

No hay cárcel para tanta gente

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“¡A todos estos les metía yo en la cárcel!” Seguro que has oído esto de les metía en la cárcel y no salían nunca. O a lo mejor lo has dicho tú, y seguramente, como tienes criterio, tendrás razón y se merecen estar en la cárcel.  Pero, y es que siempre hay peros, no todos los que merecen estar en la cárcel van a prisión y no todos los que están, se lo merecen. En el post de esta semana, te voy a contar gente que, probablemente la pena de cárcel sea demasiado castigo, pero un ratito al rincón de pensar, sí que les ponía. Vamos a meter en la cárcel a…

¿Sabes que hay un montón de cosas que no sabemos?

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No sé si os pasa lo mismo, pero yo es oír ¿sabías qué? e inmediatamente soy todo oídos. Lo que venga detrás ya da un poco igual. Puede que sea un cotilleo o un dato  interesantísimo, me da lo mismo. Tengo los oídos, y las orejas, abiertas.  Somos curiosos por naturaleza. No lo podemos evitar. Los hay que además de curiosos, son también cotillos, pero eso es otra historia. Aunque no a todo el mundo le atraen las mismas cosas, a todos nos interesa algo. Puede que te de igual lo que se publica en una revista del corazón, o en un periódico deportivo, pero basta con que una frase empiece por “sabías qué” y todos, de una manera o de otra, le prestamos atención. En el post de esta semana os voy a hablar de esas cosas inútiles que me gustaría saber. También me encantaría saber algunas cosas útiles, pero ya me pasé estudiando mucho tiempo y me he dado cuenta de que no se puede saber de todo.

10 cosas que quiero que tenga mi próximo teléfono móvil

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Hace menos de un mes que presentaron un teléfono que revolucionará el mundo mundial (como otros 200 antes que éste). Y es que es más grande y puedes hacer fotos y montar a caballo, y te puede llamar todo el mundo (no le veo la ventaja) y ver la tele y además tiene en la parte de atrás una manzana a medio “mordiscar”. Y la gente hace cola para ser el primero en tenerlo (como te lo cuento Mari. Yo también flipo. Aunque esperes días y noches y estés sin dormir a la puerta de la tienda, ¡Hay que pagarlo! Y tampoco serás el primero en tenerlo). También hay gente que no va a comprar este teléfono. Bien porque no les gusta, o sí, pero no tienen pasta, o sí la tienen, pero es para otras cosas, o… (y así sustantivamente) y le sacan todas las pegas del mundo. Que la pantalla es muy grande, que yo la tengo más pequeña, que con lo que tengo, me sirve, que si el mío tiene más voltios, que tu batería es peor que el profe de inglés de Ana Botella, que si el teclado no tiene ñ. Y nunca llegar