Así fue o podría haber sido

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¿Habéis recibido alguna vez un mensaje de WhatsApp de alguien que no conocéis? ¿Nunca? Un chico me había conocido en una discoteca y quería volver a verme. Le había dicho que me llamaba Susan. Y ahí le tenías, buscando a Susan desesperadamente. Estuve a punto de llamarle y quedar. Pero resulta que nos habíamos visto en un garito de Houston. Claro, ahí teníamos un problema. Típico de Houston. El caso es que, como ya sabéis, yo no me llamo Susan y nunca he estado allí (eso no lo sabíais). Así que tuve que declinar la oferta. En otra ocasión me escribieron para comprarme un reloj. Que yo al mío le tengo mucho cariño, pero es que me ofrecían 10.000 francos suizos. Lástima que no tengo ningún Rolex a la venta. Otros me escriben para cambiarme de compañía. Con lo que me gusta a mí la compañía que tengo. Que no les cambio por nada del mundo. Buena gente, amigos de sus amigos y siempre están ahí. O aquí. Según el momento. Ya me entendéis. Pero esta semana, me pasó una cosa notable. He

¿Ese señor era el jefe de los dibujos?

Hace unos días en la ofi, más exactamente en una de las pausas para echar un cigarrito, hablaba con mis compañeros de pitillos sobre las series de dibujos animados.  Sus recuerdos, sin reposiciones, se remontaban (jodó cuanta R para una misma frase, como para que la lea Federico Jiménez los Santos), a Campeones.  A mí me pillaba un poco mayor y no estaba para aguantar 30 capítulos para acercarse a la portería.  Para eso soy socio del Atleti y lo sufro todos los domingos.

A lo que iba, que me disperso.  Les contaba que cuando era pequeño y murió Carrero Blanco, vicepresidente del gobierno hasta 1973, ya disfrutando de las vacaciones de Navidad, nos dejaron sin dibujos animados (así se llamaban entonces). Yo, con 5 años, no entendía que tenía que ver la muerte de un señor, con los dibujos animados. La única razón que se me ocurría es que fuera el jefe de los dibujos y que claro, como ya no estaba, pues se habían acabado.  ¿Quién se iba a poner a dibujar ahora al Pato Donald y a “Mickimaus”? Al menos, nos quedaría la “señora Hanna Barbera”, pero ni por esas :-(. Nos quedamos sin dibujos durante las navidades de ese año.

En aquellos años, la tele era una caja enorme, en blanco y negro, con dos canales, el normal, que no recuerdo si llamábamos la primera, y el “guacheefe”, así todo junto.  La tele no se tocaba, era sólo para los mayores.  Yo, en venganza, me cargué la radio y el “tocata” (toma palabro viejuno), girando las ruedas de sintonización y en el caso del tocadiscos, poniendo a todos mis indios y vaqueros encima para jugar a la noria.  La tele de mis padres, que compraron en Alemania, tenía, además, una radio con los nombres de todas las ciudades de la Alemania “buena” (a diferencia de la Democrática, que era la mala, llena de rojos tras el telón de acero, esperando a invadir el resto del mundo, claro) y un tocadiscos, en los que poníamos los “grites jits” del momento.

Yo sólo veía la tele un ratito por la tarde.  Normalmente estaba en el cole y en la calle… y mucho más tiempo en la calle.  En aquella tele, que no funcionaba por la mañana, no porque mis padres no pagaran la electricidad, sino porque no había, mis programas favoritos eran los de Félix Rodríguez de la Fuente, su buitre leonado y el abejaruco, la Casa del Reloj, los Chiripitifláuticos (el nombre se las traía), Un Globo, dos globos, tres Globos (muy didáctico aquello)...¿Qué queréis? ¡¡¡Tenía 5 años!!:-(


Recorte de ABC de la programación de diciembre de 1973

El programa estrella y el que todos esperábamos era el Un Dos Tres, pero el bueno, bueno, el de Kiko Ledgard y Don Cicuta en el que la pregunta valía cinco duros.


Mi padre, al que mando un saludo porque sé que no me lee, trabajaba por aquel entonces en Seat y el gran premio era el coche.  El programa se grababa unos días antes y un compañero suyo era el encargado de llevar el “buga” a la tele y ya de paso se tragaba las mil horas de grabación.  Mi padre, influyente que era, sabía el premio de los concursantes y tooooodos los viernes nos decía lo mismo. ¿Queréis saber que se llevan?  Y mi hermana y yo, gritábamos como posesos para que NO nos lo dijera.  Molaba que tu padre tuviese información confidencial, pero queríamos ver el programa con la emoción de descubrir el premio al mismo tiempo que todos.

Luego, llegaron series como Mazinger, el Osito Misha, la maciza de Farrah Fawcett Majors y las otras dos  (me importaban un pimiento como se llamaran los “otros” Angeles de Charlie), T.J. al tejado, Starsky y Hutch (ya no recuerdo quién era cada uno, pero a mí me molaba el moreno que tenía rizos como yo), la Casa de la Pradera con el blandito de Michael Landon y la tonta de la niña que se escoñaba en todos los capítulos (eso decía mi abuela.  “Mira la muchacha, que todos los domingos se tiene que caer a la misma hora”, palabrita del niño Jesús que lo decía) y los payasos de la tele y el Sr. Chinarro…

Más tarde, ya con nuestra tele en color, vimos el gol de Rubén Cano a Yugoslavia con la espinilla y el botellazo a Juanito, la mala hostia que se gastaba J.R., lo moñas que eran todos en Vacaciones en el Mar,  Falcon Crest (esos sí que eran malos), y tener que explicarle a mi tío, que por entonces vivía en Ecuador, en 10 minutos todos los capítulos de la temporada, pero esto es otra historia. 

Comentarios

  1. Dios... ya soy uno de los tuyos, me acuerdo de todas esas series perfectamente, de la tele en blanco y negro, del "guachefe",... Es más, de las recientes, el otro día me emocioné y llamé a mi hija corriendo para que pusiese MarcaTV, que ponían Campeones... (ella ve Inazuma Eleven, que es lo mismo pero a lo pokémon, no saben qué es la Catapulta Infernal ni quiénes eran los Hermanos Derrick).

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  2. Gracias Mariucci, veo que eres muy fiel a mi blog, me alegro! :-) Yo campeones no lo llegué a ver, pero mis amigos estaban muy enganchados.

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  3. Joé Javi, mira que eres viejuno

    Yo soy todavía peor. Cuando murió Franco, me acuerdo que por la noche, en vez del coñazo del telediario, pusieron "Objetivo Birmania" y mi madre me dejó verla hasta el final.

    Por la mañana, aunque creo que en la radio y la tele recomendaban a la gente quedarse en casa, mi madre dijo que de faltar al cole nada y allí fui. Llegué a la puerta, estaba cerrado y me dí la vuelta. Yo vivía en Talavera, que no era una megacity precisamente, pero no olvidaré la sensación de ir andando por la calle sin encontrarme prácticamente con nadie.

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